Capítulo 20

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Mamihlapinatapai

¿Conoces esa sensación de que quieres algo que no está destinado a ti?

Esa que tienes cuando ves algo asombroso y piensas:

Me va a joder la vida cuando se vaya, pero a la mierda, lo quiero mientras pueda.

Bueno, esa misma sensación está instalada en mi pecho desde que envié ese jodido mensaje.

Ese que fue el inicio de todo, o al menos marcó un antes y un después para mí.

Ya no puedo engañarme más, no la veo como una amiga.

***

Maestro —me llama Williams.

A pesar de llevar un tiempo dándole clases, casi no recuerdo su historia.
Rebusco en mi cabeza, el día que la delgada cocinera en jefe de 56 años, Romina, me contó sobre él.

Entonces caigo en que no se sabe cómo murieron sus padres, ya que nunca encontraron los cuerpos. Presumen que un asalto ya el pequeño fue encontrado al llegar a una cafetería bañado en sangre con apenas 3 años. Actualmente tiene 10 años de edad, por lo que es el mayor de la clase de arte.

Dime Willcontesto, sin dejar de pensar en las horribles experiencias que trajeron a estos pequeños granujas hasta aquí.

— ¿Nos puede contar como empezó a pintar?

—Por favor —pronunciaron todos a coro

Vale —me rindo, con ellos no puedo ser duro— Creo que dibujo antes de empezar a andar, o puede que antes. Sé que no hay un instante en el que no halla dibujado algo, por muy insignificante que fuese.

— ¡Ala! —exclama asombrada Melissa— Son muchos años.

— Si Mel, son muchos años —afirmo— el caso es que no sé a ciencia cierta por qué comencé, pero sí que cada vez que sostengo un carboncillo o un pincel y me dejo llevar, el arte fluye a través de mis venas y reconstruye cada grieta que hay dentro de mi cuerpo. Es mi forma de escapar, y de hacer entender a los demás como me siento.

— Yo quiero hacer eso —grita ansiosa Sofía, aunque por su edad no entienda el verdadero significado de esas palabras.

¿Qué esperamos entonces? —cuestiono— Vamos hacer un trabajo. Cada uno dibujará lo primero que le venga a la mente. Lo que sus impulsos le digan y su corazón grite. ¿De acuerdo?

Todos asienten, y se ponen manos a la obra.

Por mi parte regreso al buró de enfrente y reviso mi celular.

Releo el último mensaje enviado, y vuelvo a cuestionarme en qué diablos pensaba al escribirle eso a Ary. Me aterra que se sienta incomoda a mi alrededor, que se aleje de mí.

Cuando transcurre una hora, siento una manita que me toca el brazo. Al voltear encuentro a Nadia, que sostiene una hoja en mi dirección.

—A ver —alargo las palabras mientras tomo la hoja—. ¿Qué tenemos aquí?

Y justo en el momento que mis ojos se posan en el dibujo, un pedacito de mi corazón volvió a latir, por y para Nadia.

Había dibujado una familia. Esa que había perdido años atrás, pero aún añoraba.  Mamá, papá, y dos pequeños.

No es profesional y está muy lejos de la perfección, pero transmite tanto en tan poco, que es alucinante.

—¿Me quieres contar sobre esta obra de arte, pequeño ángel?

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