Capítulo 7

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Por fin, sus ojos de ónice centran su atención en los suyos, tienen un destello níveo que los hace hipnotizantes.

Mueve la mano con sutileza hasta situarla justo en el final de su pelo y juega distraídamente con algunos hilos de su cabello.

Ve cómo cambia la expresión de su rostro, esbozando una mueca entre sonrisa y puchero, que le provoca una ola de ternura.

Quisiera abrazarle y no soltarle nunca.

Taehyung se acerca con cierta timidez a su oído, se aproxima tanto que puede sentir el ardor de su piel en sus labios, y le murmura unas escuetas palabras, "Quisiera saber tu nombre"; en realidad, no necesita saberlo, lo único que quiere es escuchar su voz, pero él no le contesta, puede que haya hablado demasiado bajo.

Se aleja de su cuerpo, parece que todo sucede a una velocidad reducida, como si ambos se movieran en un espacio tiempo distinto al habitual, en otra frecuencia, la suya propia.

Y, sin apartar la vista de él, resbala su mano por su cuello memorizando con sus dedos cada uno de sus lunares.

Sigue descendiendo y se entretiene con los cordones de su chaqueta, mientras duda unos segundos, antes de continuar su camino hasta reposar en su rodilla, justo en el roto de los pantalones.

Nota de nuevo su ardor y deja que éste le inunde cada rincón de su cuerpo, que penetre en cada milímetro de su piel y de su ser, y siente un torbellino de emociones que no sería capaz de describir con ninguna palabra que ya esté inventada.

Le sostiene las manos con seguridad y fineza, están algo frías y un poco tensas, pero, de inmediato, experimenta una fuerza imperiosa, una avalancha de energías que se transfieren y se funden. Algo sobrecogedor.

Sus miradas vuelven a encontrarse, no puede dejar de caer en sus profundidades cada vez que mira sus ojos, atraen su alma con una fuerza magnética imposible de esquivar, ha encontrado en ellos su refugio, el lugar seguro donde te cobijas cuando se avecina un huracán.

Le pregunta su nombre. Él responde con timidez, "Jungkook", y, desde luego, se ha convertido en su centro.

Habla tan bajito que no puede apreciar todos los matices de su voz, pero, aun así, la percibe hermosa, el mundo podría seguir su movimiento de rotación sólo gracias a ella, y, tenía razón, es tan bella que está convencido de que sería capaz de entumecer corazones, al menos, el suyo ha dejado de latir durante el breve tiempo que él ha hablado.

Siente un deseo casi irrefrenable de besarle, su boca se ha vuelto prácticamente irresistible.

Se muerde el labio con sutileza para evitar la tentación.

Y le sonríe, una sonrisa atenuada; él le imita y esboza también una sonrisa, similar a la suya, aunque algo más tímida.

Siempre le han dicho que sonreír sin razón es un signo de estupidez, pero le da igual parecer estúpido.

No sabe exactamente los motivos que le hacen sonreír, pero se siente feliz, cogido de sus manos, en esa playa solitaria donde solo se escucha el latir de sus corazones fundido con el delicado arrullo de las olas del mar.

Y repite su nombre con voz melodiosa, lo recita desde el alma.

Pasan horas, minutos o, tan solo segundos, ¿qué más da?, hablando, riendo, fundiendo sus espíritus y sus emociones, sin soltarse las manos y sin dejar de mirarse.

Sus voces, sus almas, encajan a la perfección, parece como si llevaran toda la vida esperándose sin saberlo.

Han alcanzado un nivel de conexión superior al que no se llega con la mayoría de las personas con las que te cruzas en la vida. 

☙ 𝑳𝒖𝒏𝒂 𝑶𝒕𝒐𝒏̃𝒂𝒍  [Kσσктαε] [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora