La situación del café se repitió muchas veces. Él ya no podía llevar la cuenta de cuántos cafés le ofreció, pero sí de cuántos ha dejado en el suelo con la intención de que él los recoja.
Y lo hacía. No quería desperdiciar comida, y resultaba contraproducente porque si no aceptaba sería un desperdicio y él no se podía permitir eso.