Se dio la vuelta e ingresó a la pequeña garita ir por sus pertenencias. Y cuando salió, ella seguía allí.
Se le acercó, un poco enojado y con prisa, la valla era lo único que los separaba.
"Mujer, gracias por todo lo que me has dado, pero no puedo seguir aceptandolo. Puedes regalarlo a otra persona que sí lo necesite".
Pero ella solo parpadeó y, viéndose muy bella y torpemente tierna, se encogió de hombros, hizo como si no entendiera y se fue.