Empezó a caminar hacia donde la chica siempre partía cuando desaparecía.
Y como si la estuviera llamando, la vio salir de una panadería familiar que se encontraba casi siempre vacía por su mala apariencia en el exterior, con un café en mano.
Ella también lo vio, y por poco su corazón saltó de su pecho, atravesando su vieja ropa de segunda mano. No por amor, sino por miedo. Se sorprendió mucho al verlo allí. "¿Qué hace aquí?" Pensó, algo alarmada.
Él carraspeó y, con lo aprendido últimamente, le hizo una seña con las manos.
"Gracias", no supo si lo había dicho bien, confiaba en lo que le había dicho internet para agradecer en lenguaje de señas. "Gracias por la comida y el café".
La chica sonrió sin creer lo que sucedía, se relajó y entendió que no había de qué preocuparse. Asintió recibiendo su agradecimiento, y, como siempre, ella volteó y siguió caminando.
Ese café, no era para él.