Martes 24 de Febrero del 2015
Desperté temprano y aún recuerdo lo primero que pensé al verme en el espejo.
- ¿En serio quieres hacer esto? Pudiendo haberte quedado durmiendo.
Continúe preparando mis cosas, me sentía algo confusa, una parte de mí deseaba ir, pero otra me hacía querer quedar.
- Ya basta - me dije a mí misma - irás a ese viaje y será de bendición para ti.
Tomé mi mochila y me fui. Cuando llegue al colegio, ya todos estaban saliendo hacia el autobús, pero aún teníamos que buscar a los jóvenes misioneros.
Llegamos al lugar donde ellos se hospedaban y allí el pastor nos dio algunas informaciones.
- Buen día chicos, ¿Están preparados para ir con nosotros hoy? Bueno, lo que vamos a hacer es que nos vamos a dividir en dos vehículos, los chicos en uno y las hembras en el otro, para que así puedan compartir con éstos jóvenes.
Subimos al autobús, yo no tenía con quien ir ya que mi mejor amiga Azul no fue al viaje y Enmanuel estaba en la autobús de los chicos, así que me senté en un sillón junto a Dolores.
El camino fue largo y muy tedioso, hacia dónde nos dirigíamos era en la cima de una montaña, y por ende todo el camino era con muchas curvas. De vez en cuando me sentía algo mareada, y otras veces ya me estaba cansando de estar tanto tiempo sentada ahí ya que mientras todas dormían en el camino yo no podía ni siquiera cerrar los ojos.
9:30 A.M.
Ya estábamos casi llegando y eso provocaba en mí una sensación de nervios, ¿Estaba yo preparada para este día? La verdad no, pero yo estaba segura que aunque no estuviera preparada Dios me iba a bendecir de una manera diferente.
Desde las afueras del pueblo se podía notar su hermosura, el clima era muy fresco y los paisajes estaban llenos de colores, desde allá arriba se podía notar la grandeza del Señor. Yo miraba de un lado a otro y me asombraba cada vez más y más de la gran creación de Dios, los árboles, sus frutos, los animales, el cielo y todo de aquel lugar te hacía sentir como si estuvieras en la presencia de Jehová.
Llegamos a la casa del pastor que nos iba a guiar allá en Tireo, era el momento para coordinar lo que cada cual iba a hacer en los lugares que visitaríamos.
- ¡Hola! ¿Te acuerdas de mí? - le dije.
- ¡Sí¡ viniste.
- Es que cambié de opinión, convencí a mis padres de dejarme venir, porque yo no quería perderme este viaje.
- Oh me alegro.
En ese momento el pastor se acercó al grupo para preguntarnos si queríamos participar en los dramas y en las canciones.
- ¿Quiénes de ustedes va a cantar con nosotros?
Yo en realidad no quería hacerlo, es que aunque me sabía las canciones me daba vergüenza hacerlo, pero si darme cuenta Melanie una de mis amigas, levantó mi mano.
- Oye, ¿Qué haces? No quiero cantar.
- Pero vamos a estar juntas, tú, Kheren, las chicas y yo.
- Es que me da vergüenza.
- Marshall, estás acostumbrada a hacerlo, además debes ir preparándote para el viaje misionero de nosotros.
No dije otra palabra, pero me sentía incómoda, no quería hacerlo y además aún no estaba segura de ir o no al viaje misionero de mi curso.
Nos subimos al autobús y fuimos a un liceo. Todos allá parecían estar felices de vernos. Rápidamente comenzamos a preparar todo y casi de inmediato ya estábamos cantando al frente de todos ellos. Recuerdo que mientras cantaba no sentía nada de miedo ni vergüenza. En un momento cerré mis ojos y cuando volví a abrirlos me quedé asombrada de lo que me ocurría. Me sentía entregada por completo, era como si Dios estaba comenzando a usarme, y aunque esto parezca algo sencillo, en ese momento para mí era el principio de un gran camino.