Prologo

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Una llave de la Cuidad

Una abogada proveniente de la comunidad de las madrigueras. Sera la primer coneja en entrar a Zootopia en mas de una década.

Esto es una sorpresa debido a la constante tensión entre el Ayuntamiento controlado por zorros y la Asociasion Lagomorph.

Mientras que su entrada a la cuidad y su participación como defensa del caso Emmet Otterton ha sido aprobada...

Hay quienes aun temen por su seguridad...

"¡Señorita Hopps! ¡Señorita Hopps!" llego el sonido de otro reportero molesto, y como ocurría con muchas cosas en el mundo real, el que tenia la voz mas alta era el que atraía la mayor atención. Y un diminuto dedo blanco y gris señalo al oso, una mullida cara de conejito con orejas altas asintió en su dirección, y llego la pregunta. "¿De verdad tienes la intención de llevar esta batalla a Zootopia?"

"Si quiero", dijo una voz mucho mas agradablemente femenina, aunque ingenua. Un tono tan severo. Tan segura de su rectitud y dedicada a la "causa". Al verla en la televisión, la forma en que la cámara se acerco a su cara para hacerla parecer mas grande de lo que realmente era, algunos pobres tontos podrían creerla. "He recibido permiso de la administración para llevar mi caso ante los tribunales superiores de la cuidad. Incluso me han dado espacio para seguir adelante con las batallas legales que se avecinan".

Mas gritos de atención, y la figura que observaba la gran pantalla hizo girar fácilmente el vaso de liquido ámbar en su pata. Observo el tumulto de reporteros continuar su placentera agresión civil a la pobre conejita de campo a través del cristal en silencio.

"¿Realmente cree que Otterton es inocente, señorita Hopps? Todos los informes indican que fue encontrado sobre el cuerpo con el arma homicida ensangrentada en su poder".

La reportera que realizaba la pregunta era una zorra. Linda a simple vista. Pelaje blanco como la nieve, comportamiento adecuado, bonita chaqueta de traje y una falda que incluso la cámara podía ver que era un poco mas corta de lo necesario. En sus años mas jóvenes, podría haber considerado buscarla en su estación de noticias, encantarla con unas copas, lo que terminaría por sacarle ese bonito atuendo de marfil y poniéndola sobre el. ¿Ahora? Sus ojos estaban en la conejita. Estaba entrando en la guarida de los zorros, entregándose como carne fresca y ni si quiera se dio cuenta.

"Creo que el Sr. Otterton ha sido incriminado", continuo aquella conejita, y entrecerró los ojos mientras bajaba el catalejo para verla con claridad.

"Su historial de denunciar la corrupción del gobierno le ha valido..."

Deteniendo la pantalla, se puso de pie rápidamente.

Dejando el whisky escoses intacto sobre la superficie de madera de la mesa auxilia, el zorro se dirigió a la cocina. No hubo ningún "acto de buena fe", como lo había llamado el administrador, ninguna ayuda para descubrir la corrupción que había llevado al arresto de Otterton. Ella iba a ser un ejemplo de; ella desaparecería o se convertiría en victima de algún acto de violencia al azar: Quizas suicidarse. Si, ese habría sido un escenario probable. Torturoso, no hay forma de rastrearlo a nadie mas que a su propia pata, pero era obvio al mismo tiempo. Una lección para cualquiera que intentara interferir en como funcionaban las cosas en la cuidad en este momento.

El disgusto hacia si mismo lo tenia merodeando mas alla de la cocina, con la cola en alto y las orejas dobladas hacia atrás mientras la culpa se arrastraba sobre el y lo infectaba como un parásito; una sensación que lo hizo quitarse la camisa. No era culpa por la conejita. Ella estaba haciendo su propia cama con esto, y era su culpa por ser tan estúpida como para pensar que una cultivadora de zanahorias podría cambiar cualquier cosa en una cuidad que se pudría desde adentro hacia a fuera.

No fue la idea de su sangre en las calles, o empapando la alfombra de cualquier ataud que llamaran a su oficina lo que hizo que se le pusieran los pelos de punta cuando deslizo sus dedos en los guantes de agarre.

Desprevenida.

Habia algo mas profundo que la idea de esos ojos violetas decididos y enérgicos, lechosos por la muerte, que tenia la constitución esbelta pero poderosa del zorro saltándose los ligeros golpes de calentamiento.

Valiente. Fuerte

Su hocico se torció, los labios se retiraron de sus dientes cunado los golpes (golpes que hicieron que aquel saco saltara violentamente y que el soporte se deslizara por el piso de concreto a pesar de los pesos que lo sujetaban) llegaban con mas frecuencia y con mayor fuerza.

Brillante. Hermosa

No fue suficiente. El pecho subiendo y bajando rápidamente mientras jadeaba, se quito los guantes en un apuro provocado por la profunda ira que pensó que había matado hace años. Sitio el escozor del primer golpe en los nudillos desnudos sobre el cuero, y todos los golpes posteriores.

Gruñendo ahora. No había gruñido en años. Se dijo a si mismo que era el dolor de los inoportunos golpes mientras trataba de descargar su furia, su culpa. Ella iba a morir, y era su culpa. El mundo que el había permitido que existiera la convertiría en nada.

El gruñido se le escapo como un grito, y sus garras se hundieron en la bolsa mientras los pensamientos imposibles hervían en furia. Rasgar, rasgar. Los músculos se tensaron mientras destripaba su propia culpa hasta que la arena del interior se derramo libremente en el suelo debajo de la bolsa destruida. Los músculos adoloridos y el agotamiento deberían haber aliviado la emoción, la liberación debería haber aliviado sus pensamientos. El olor de su propio pelaje y sudor lo asqueaban, le recordaban que en realidad nada había cambiado. Seguía siendo un retorcido y confuso desastre masculino.

Regreso a la sala principal, respirando mas despacio mientras tomaba el vaso de nuevo y miraba la imagen congelada de la conejita condenada. ¿Había pensado que era hermosa? Su hocico era demasiado corto, sus orejas demasiado largas, sus facciones suaves, el pelaje una suave mezcla de gris y blanco. Nada especial, nada interesante. Presa. Pero tal vez fueron los ojos. Amatista vibrante, llena de todo lo que había muerto en la cuidad años atrás. Todo lo que había muerto en la cuidad años atrás. Todo lo que había muerto en el. Levanto la copa que tenia en la mano, se la llevo a los labios, tan cerca que la especie picante del fino licor le quemo la nariz.

Miro esos ojos mientras lo bajaba, lo colocaba con cuidado sobre la mesa y levantaba su teléfono.

Aquella conejita había llegado tan lejos. No iba a dejar que los cobardes de Zootopia la detuvieran. Llamaria a ese ultimo numero y luego empezaría de cero. Repasaría la lista de nuevo. Ella ofrecería mas y luego encontraría una manera de conseguirlo.

El teléfono bajo la lista en el escritorio comenzó a vibrar contra la superficie de la mesa y ella parpadeo una vez cuando levanto la cabeza de entre sus patas. Recogiendolo, se quedo mirando la pantalla durante un largo momento.

Numero Desconocido

Ya había recibido varias amenazas, advertencias e inumerables llamadas de los medios desde que se hizo el anuncio de su viaje a Zootopia. Los había estado enviando al correo de voz. Y ella movió su pata para hacerlo ahora.

Y se encontró presionando el teléfono contra su oído en su lugar. "¿'Hola?"

"¿Judith Laverne Hopps?" La voz era masculina, profesionalmente nítida y, si tuviera que ponerle palabras, un poco frías.

"Habla Hopps"

Hubo un latido de silencio. Y luego otro, y ella comenzó a preguntarse si la persona que llamo se había desconectado cuando esa voz solo menciono una frase.

"Puedo protegerte"

Sunderance (Zootopia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora