EL HAMBRE SE HACIA PRESENTE, los jóvenes se removían en sus lugares mientras sentían sus tripas retorcerse. Madelyn recargó su cabeza sobre el hombro de Su Hyeok mientras escuchaba a sus amigos hablar de sus antojos.
— Lo que daría por un té verde helado— Masculló la rubia quejándose.
Dae Su y Woo Jin se pusieron a intentar abrir una de las puertas donde se suponía que habría alimentos pero fallaron en el intento, el ruido — mientras golpeaban la puerta — captaba la atención de los zombies.
— Te conté que de pequeño me caí de mi bicicleta y por eso tengo esta cicatriz. — Habló Su Hyeok con sus ojos puestos sobre su regazo, Madelyn puso toda su atención sobre el. El azabache llevó una de sus manos señalando debajo de su barbilla. Se veía una ligera marca.
— Creo que lo recordaría si me lo habrías contado. — Contestó Madelyn. — Debiste decírselo a la otra. — Bromeó.
— Ja Ja que graciosa. — Bufó Su Hyeok llevando una de sus manos hacia su cabello.
Madelyn admitía que Su Hyeok no era de las personas que le gustaba contarle mucho las cosas que le pasaban de pequeño, la mayoría de veces sus padres eran quienes le contaban historias de su novia, pero rara vez él lo hacía. Así que cuando lo hacía le gustaba ponerle mucha atención. No sabría hasta cuando volvería a contarle una anécdota.
— Me gustaba salir mucho de niño, mi madre odiaba que me la pasara jugando todo el día, pero tanto como ella y mi padre se la pasaban trabajando. Yo me aburría estar solamente en casa. — Explicó el chico. — Me encantaba pasearme en bicicleta, un día jugando carreritas con mis amigos, de darle tan rápido, se le cayó la cadena a la bici, perdí el control y me estrelle en una pared y caí. — Madelyn se imaginó la situación tratando de ocultar una risa. — Caí sobre mi bicicleta, y el manubleo de esta misma, estaba recargando mi quijada. — Hizo una posición como si hubiera quedado colgando — Pensé que no me había pasado nada, vi como empezaban a caer gotas de sangre al piso, pero creí que era un simple raspón e iba a continuar con la carrera, hasta que llegaron mis amigos y me dijeron que toda mi mandíbula estaba llena de sangre y que tenía abierto. Me asusté tanto, porque no dejaba de salirme sangre, comencé a llorar cuando llegue a mi casa porque me daba miedo que me regañaran mis padres. Llore más por ese miedo, que por el dolor. El manubleo de la bicicleta se me había encajado en la quijada y me abrió, tuvieron que ponerme puntadas.
