Capítulo 4

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   Sakura regresó a su casa hecha una furia y preguntándose en qué momento todo esto había salido tan mal; y la respuesta era tan clara como su enojo: Su terquedad de ayudar a Sasuke y ver cosas que definitivamente no eran ciertas.

Él no la amaba, no la quería cerca. ¿Era tan difícil de entender?

Respiró hondamente y mirando su reflejo en el espejo del baño, vio como las lágrimas salían una a una sin poder hacer nada y se dijo a sí misma: —Entiéndelo, Sakura. Sasuke no te ama ni te amará, es momento de dar vuelta a la página y seguir —finalizó abriendo la llave del agua para mojar su rostro con agua fría. Eso la ayudaría a calmarse un poco.

Después de ello, salió del cuarto de baño con una pequeña toalla sobre sus hombros y con la cual se había secado su rostro; suspiró y deslizó sus pequeñas manos sobre uno de los cajones de la cómoda, la cual se situaba en la recámara de aquel nuevo departamento que compró al vender la vieja casa de sus padres. Aquella casona le traía muy lindos recuerdos, pero amargos también, por lo que supo que no podría vivir ahí sola y sin sus padres.

Tal vez en parte esa era la razón del porqué quería ayudar a Sasuke. Conocía en carne propia lo que era perder no solo a uno de sus padres, sino a los dos y no haberles dicho adiós.

Entonces rebuscó en el fondo del primer cajón; encontrando lo que esta vez tendría el valor de hacer. Miró aquel sobre sellado con chakra y con el nombre de Sasuke Uchiha escrito bellamente por el puño y letra de Mikoto Uchiha; haciéndola recordar aquella ocasión donde su esperanza renació de una manera equivocada...

Sakura abrió la puerta después del permiso otorgado por la dueña de aquella habitación y con voz temerosa dijo: —¿Me mandó llamar, Mikoto-sama?

La mamá de Sasuke la miró y le regaló una cálida y hermosa sonrisa. —Sí, sí, Sakura-chan, por favor pasa.

El rostro de aquella kunoichi señalaba lo avanzada que estaba su enfermedad. No era ningún secreto para ella que la Señora Uchiha estaba convaleciente debido a una enfermedad terminal, sin embargo, tal y como lo había pedido, ella no podría hablar con nadie de aquella situación; justo como Tsunade-sama también se lo había ordenado, además, era solicitud explícita de la paciente hacia ellas, y como parte del cuerpo médico debían de cumplir sin excusa alguna.

Sakura caminó hacia la Señora Mikoto; no tenía idea de las razones que la hicieron estar ahí; le preocupaba que algo de su atención hubiera fallado, pero había repasado cada punto de las instrucciones de su maestra y nada parecía estar mal.

—¿Se encuentra usted bien, Mikoto-sama? ¿Requiere que la revise?

La Señora Uchiha la miró y nuevamente le regaló una leve sonrisa, mientras negaba con la cabeza. —No, Sakura-chan —suspiró—, en lo que cabe me encuentro estable. Te llamé por otra situación, ven y siéntate a mi lado —dijo, tocando su cama con la palma de su mano, justo a donde quería que se sentara.

La pelirrosa asintió e inmediatamente hizo lo que le había pedido.

—Sakura-chan —habló acomodándole un mechón rebelde de su cabello detrás de su oreja, tal y como lo hacía su madre cuando pequeña—, tú sabes cual es mi condición y que pronto partiré de este mundo. —La chica trató de interrumpirla, pero le colocó un dedo sobre sus labios. —Por favor, escucha porque seré franca, ya no tengo mucho tiempo para rodeos, dime, ¿puedo hacerlo?

Y por segunda vez asintió lentamente sin dejarla de mirar con curiosidad.

—Te lo agradezco, Sakura-chan, quiero que me digas por favor si amas a mi Sasuke.

Un momento inadecuadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora