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I think I hate it here...

Llevaba un mes sin ir a la escuela, llevaba un mes sin comer decentemente, llevaba un mes sin aquel al que le entregó todo. Llevaba un mes sin ver a sus amigos. Llevaba un mes sufriendo. Llevaba un mes muriendo.

La ausencia de su padre jamás fue un problema pero tampoco había sido algo que le favoreciera, no hasta ahora. En la escuela sus notas seguían intactas debido a que continuaba entregando los trabajos vía email; había falsificado la firma de su padre excusando que tuvieron que ausentarse por un tiempo del país y que continuaría lo que resta del año en otro país. Vaya excusa de mierda, pero su escuela lo creyó, y eso le bastaba.

Tomó el impulso suficiente para pararse de su cama y analizarse en el espejo que había frente a ella. Recuerdos de lo que alguna vez hizo en aquella cama con San lo atacaron como latigazos que quemaban su piel, recuerda cuando el mayor prendía un porro y comenzaba a fumarlo mientras arremetía duramente en él. No podría decir que no le había gustado; lo disfrutaba mucho, porque en todo caso era la única forma de sexo que conocía. Y los látigos que más le dolían eran las promesas de amor que habían hecho en aquellas sabanas.

Dudaba si alguna vez fue real.

Viéndose al espejo, pudo apreciar sus malditas ojeras, lo delgado que se veía su cuerpo, su cabello todo descuidado con sus raíces ya negras y mechones rebeldes que llegaban a tocarle el mentón. Se veía demacrado, parecía un puto fantasma.

No sabe de donde, no sabe si fue un rayo de luz de lo que era su antiguo yo, pero tomó sus llaves y dinero, y sin importarle como lucia o hasta como olía, salió a comprar un tinte en la tienda más cercana.

Llenó la tina, y se sumergió en ella, el tinte manchando el agua y volviéndola negra. Rió amargo, de cierto modo le recordó a él mismo. Maldita suerte.

Luego de una media hora de un baño en el que mimó su cuerpo como no lo hacía en semanas, salió de la tina y pudo apreciar su delgadez. Si su madre aún estuviera le diría lo bello que se veía y lo orgullosa que estaba de que se centrara en su belleza. Maldita mujer.

Tomó una toalla y secó su cuerpo, aplicó cremas con olor a vainilla en toda la extensión de su piel y estuvo a punto de colocarse la pijama para dormir otras 15 horas, cuando una idea cruzó su mente. Tal vez era hora de cambiar su rutina de mierda.

Tomó la ropa que compró pero que nunca usó porque no se sentía seguro con su cuerpo. Tal vez ahora que sus costillas se marcaban se le vería mejor, ¿no?

Era consciente de lo mierda que era Corea, pero no le importaba si lo apaleaban por las calles, total quería morir.

Sintió como el cuero se deslizaba por su tren superior, ajustándose a sus brazos y a la parte superior de su pecho, subió el cierre delantero hasta arriba en el cuello y dejó la argolla allí.

Tomó los pantalones ceñidos y los deslizó por sus lampiñas piernas, sintiendo como el negro material de aquel Jean encerado no le cortaba la circulación como cuando trataba de ponérselo hace un par de meses. Se colocó unas botas con algo de plataforma y se vió al espejo, se veía diferente, no se veía dulce. No era ni un reflejo del chico que una vez fue, y si había algo de ese niño inofensivo, el mismo se haría cargo de matarlo, no le entregaría a nadie más lo que alguna vez le robaron.
Vaya que había sido una buena decisión comprar ese crop top de cuero ajustado, dejaba ver sus pronunciadas costillas y un plano abdomen que jamás pensó que tendría, mostrando la perforación que estaba en la mitad de su ahora delgada cintura, justo en el ombligo. Estaba sexy, se sentía sexy, y por fin en mucho tiempo, logró sonreír.

Guardó su celular, llaves y dinero en una pequeña riñonera que sabía que le dejaría a Yeosang a mitad de la noche, se subió a la moto que fue a recogerlo gracias a la app que usaba, y se encaminó a la dirección que un chico le había enviado con las coordenadas de una fiesta. Sabía que allí estaría él, pero decidió no prestarle atención, al fin y al cabo, no estaría sobrio.

NDA | Woosan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora