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Lo primero que hizo el sábado en la madrugada al llegar a casa, fue darse una ducha. Estregaba su cuerpo con insistencia y usaba la esponja y el jabón para tallar y deshacerse de esa sensación, pero por más fuerte que lo hiciera, la suciedad no se iba.
Se sentía usado, humillado, impuro, obsceno; sin valor. Si antes no lo quisieron, ¿quién lo querría ahora? Estaba manchado y la cicatriz no desaparecería.
Claro, Soojin y Yeosang insistieron en quedarse pero milagrosamente logró convencerlos de que no era necesario y que estaría bien. No lo estuvo.

Desde el sábado había comenzado una rutina en la que se bañaba hasta cuatro veces al día en un intento por limpiarse, pero aun así el sentimiento persistía. Tal vez, algo bueno salió de todo esto.
Hoy lunes, no había tocado, consumido, esnifado, fumado y ni siquiera visto algún tipo de droga desde esa noche. La sola idea de quedar a la merced de alguien como pasó el viernes le aterrorizaba, tanto que prefería pasar por el infierno que era la abstinencia a no tener el control sobre su cuerpo. Irónico, si le preguntaran hace un mes que preferiría estar sobrio, hubiera reído hasta que le doliera el estómago.  Ahora hasta inconsciente era atormentado.

Igualmente, no había dormido, cuando cerraba los ojos lo único que veía era el rostro del rubio y los recuerdos le atacaban implacables. Tampoco comió en todo el fin de semana, todo lo devolvía. A duras penas hizo siestas y comió algo de cereal.

Cuando la alarma sonó, ya estaba despierto. Pasó la noche en vela.
Se levantó de la cama y a pasos lentos se dirigió al baño a ducharse con la misma intensidad. Su piel ya estaba cubierta en su mayoría por heridas, y aunque sangraran las ignoraba, sentía que las merecía.

Tomó la ropa más grande que encontró en su closet, un hoodie (probablemente de San), un ancho pantalón de chándal y también gafas de sol para esconder sus ojeras.

Cuando llegó a la escuela, fue a su casillero para tomar los libros que necesitaría y dejó los que no usaría, cuando cerró la puerta, se espantó al ver el rostro del chico con el que bailó el viernes, demasiado cerca.

—¡Mierda! ¡Me asustaste! —llevó  una mano a su pecho como si con ello tranquilizara el desenfrenado ritmo de su corazón, y sin razón aparente, comenzó a temblar. ¿Por qué?

Lo siento —el muchacho rió avergonzado —me recuerdas, ¿cierto?

Se limitó a asentir.

—Hwang Hyunjin.

Trató de sonreír aunque su intento terminó en una trémula mueca. Esperó a que el pelirosa hablara nuevamente.

—Bueno, Wooyoung, quería invitarte a salir luego de clases, ¿te gustaría? —sonrió coqueto.

Joder, no entendía. No entendía ni una mierda. El chico era demasiado guapo, conocido por ser el capitán del equipo de Volley y encima aclamado por ser todo un galán. Si era tan perfecto, ¿por qué tenía miedo de responder? En primer lugar, ¿era miedo? Los temblores habían aumentado en demasía y al parecer Hyunjin lo notó porque intentó acercarse a él, cuando sintió la gran mano del muchacho sobre su hombro, casi automáticamente pegó un grito ahogado, espantado. Se había asustado creyendo que Hyunjin le haría algo, pero quedó como un loco frente al muchacho que solo quería cerciorarse de que estuviera bien. Solo pudo correr y encerrarse en el cuarto del conserje.

Se apoyó contra la puerta y se deslizó hasta quedar en el piso, para abrazar sus rodillas y comenzar a llorar. Sentía que se ahogaba, no podía ver con claridad y todo le daba vueltas. Tenía miedo.

NDA | Woosan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora