1. UN PIANO Y UN PASTEL

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El auditórium se encontraba abarrotado y el público aplaudía de pie entusiasmado, al igual que sus compañeros de orquesta, quienes también de pie rendían tributo con sus aplausos, a la maestría con la que Joshua acababa de interpretar Liebestraum de Franz Liszt. La señora Radcliffe, directora de la orquesta, no dejaba de señalarlo con ambas manos, mientras sostenía su batuta de manera improvisada debajo del brazo.

Joshua se levantó de su banqueta, se alejó unos cuantos pasos del piano, e hizo una profunda reverencia ante el público, que todavía de pie no cesaba de aplaudir. Dirigió su mirada hacia la señora Radcliffe, y con una venia le agradeció la deferencia de señalarlo ante el público. Cada vez que la señora Radcliffe hablaba con su marcado acento británico, Joshua no podía evitar recordar a la señora Harriet.

─¡Gracias señora Harriet! ─dijo Joshua mentalmente, levantando su mirada y elevando una plegaria de agradecimiento.

Había escogido Liebestraum para su primera interpretación sin acompañamiento de la orquesta, como homenaje a la señora Harriet. Esa había sido su partitura favorita.

El público seguía aplaudiendo entusiasmado. Joshua no cabía en sí del orgullo y la felicidad. Era un sueño hecho realidad. Fue el sueño de la señora Harriet, que luego hizo suyo. Ahora, con tan solo dieciséis años, se había convertido en un exitoso y afamado pianista. Sentía un nudo en la garganta y lágrimas luchaban por no derramarse de sus ojos.

Recuerdos de un pasado no muy distante vinieron a su memoria. Evocó con claridad la primera vez que sintiera algún interés por el piano

***

─Gracias por tu ayuda Joshua. La tienda quedó hermosa ─le dijo Don Giacomo mirando hacia el árbol de navidad cuyas luces multicolores tintineaban como compitiendo con las que colgaban alrededor de la vidriera de la tienda, mientras se ocupaba de manera diligente en terminar de afinar un piano vertical que le había vendido a un cliente el día anterior.

Joshua lo miró sin pronunciar palabra alguna. Seguía con atención la labor que realizaba Don Giacomo. Lo que para otro niño hubiese parecido aburrido, Joshua en cambio lo encontraba fascinante. Podía diferenciar con facilidad los diferentes sonidos que las cuerdas emitían a medida que Don Giacomo las tensaba.

El chico había pasado la tarde arreglando el árbol y las luces de navidad que Don Giacomo colocaba todos los años en la tienda, antes de que comenzara la temporada navideña. Le gustaba adelantarse y ser el primero en el barrio en abrir la navidad.

─¿Te gustaría aprender a afinarlo? ─le preguntó Don Giacomo a Joshua, mientras continuaba con su labor notando la atenta y curiosa mirada del niño.

Joshua asintió con la cabeza. Era un niño moreno, delgado, de unos diez años, huraño por naturaleza y poco hablador. Sus facciones eran finas, con grandes y expresivos ojos verdes de mirada viva y atenta. Una cabellera negra y larga que caía en bucles le cubría la nuca.

Iba de cuando en cuando a la tienda de pianos de Don Giacomo, a ayudarlo en tareas sencillas, como pulir los pianos y mantener limpio el lugar.

─Bien. ─señaló el hombre─. Como puedes ver, vas tensando las cuerdas gradualmente girando las clavijas de afinación con la llave de afinación muy lentamente, presionando la tecla y comparando el sonido que emite con el de este pequeño aparato ─dijo, enseñando algo parecido a un pequeño radio transistor de baterías con un selector de ajuste─. Ahora todo es más fácil ─comentó Giacomo─. En los viejos tiempos se usaba un diapasón o el método de temperamento justo. Era muy complicado. Ahora hay afinadores digitales, pero este nos permite hacer el trabajo ─dijo Don Giacomo señalando el aparato que sostenía en su mano─. Si prestas atención y practicas lo suficiente, te convertirás en un excelente afinador.

CLARO DE LUNAWhere stories live. Discover now