6. UN MALENTENDIDO

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Generalmente, y luego de cenar, Joshua le presentaba las tareas a Roger. El supervisor ahora se limitaba a firmarlas sin revisarlas, pues sabía que el niño cumplía con sus obligaciones. Esto le permitía a Joshua más tiempo para salir en excursiones nocturnas. Había dado con el paradero del mall en el que a pesar suyo iniciara su carrera como pianista. No le traía malos recuerdos, pues él había sido una víctima inocente de las maquinaciones de aquella señora. Ahora ella estaba en prisión.

una profusión de motivos navideños. Las tiendas parecían competir entre sí para ver cual podía lucir las más hermosas decoraciones. Los altavoces emitían música de navidad, y Santa complacía a los niños en el stand que había montado en la plaza bajo la cúpula.

La administración del centro comercial había colocado un piano a un lado de la plaza, muy cerca del bosque con la jaula de aves. Joshua se deleitaba admirando sus hermosos coloridos y las piruetas que hacían cuando volaban de rama en rama. Sostenía en su mano, la correa con la que ataba a Fantasma, pues no estaban permitidas las mascota sueltas. El perro brincaba y perecía deleitarse también con las piruetas de las aves.

Joshua miraba y miraba el piano sin atreverse. De cuando en cuando, alguien se sentaba en la banqueta y tecleaba alunas notas e incluso algunos tocaban una melodía completa.

Quería tocar ese piano y conocer la reacción de la gente. Quería saber que tanto en verdad había progresado. Recordaba que en aquella oportunidad, algunas personas le habían dejado algunos billetes como premio por su actuación. ¿Y si volviera a ocurrir y de esta manera reunir suficiente dinero para pagarse sus estudios de piano? Pensaba Joshua de manera inocente. También le gustaría obsequiarle un regalo muy especial a John. No sabía que podría comprarle ni tampoco sabría cómo dárselo. Ni siquiera sabía si lo aceptaría. Ahora veía a aquel muchacho con los ojos de la gratitud. Si tan solo pudiera granjearse su amistad.

Veo que estás indeciso acerca de si tocar el piano o no ─le dijo un señor de pelo entrecano y barba blanca, sentándose a su lado. Fantasma como de costumbre, zalamero y amigable le lamió la mano─. Es hermoso tu perro.

Joshua volteó su cara para mirar al anciano. Se parecía al hombre que estaba sentado en el stand de Santa, sosteniendo a un niño mientras lo fotografiaban.

─Si. Me confunden con él ─dijo el anciano como leyéndole el pensamiento─. Pero anda, no tengas temor. Atrévete a tocarlo. ─lo conminó el hombre.

─No se tocar el piano ─le respondió Joshua.

─Uh. Que lastima. Estaba seguro que lo veías con tanto interés porque querías tocar en él. Me das una mano. No mantengo mucho el equilibrio pero me gustaría acercarme.

─¿Usted toca señor? ─preguntó Joshua con curiosidad.

─Solía hacerlo, pero ya mi artritis me lo impide. Sin embargo, me gustaría intentarlo. ¿Me ayudas a levantarme?

Joshua le tendió la mano. El anciano se levantó apoyándose en su bastón. Tomó la mano del niño y se dejó guiar hasta el piano.

El anciano se sentó en el taburete. ─¿Te molestaría sentarte a mi lado para que me pases las partituras? ─dijo, mientras se corría un poco para darle espacio al niño. Joshua se sentó a su lado.

El anciano comenzó a tocar con mucha suavidad. A pesar de su vejez, sus manos se movían con sorprendente soltura y rapidez. Sin embargo, al llegar a cierta parte de la melodía, el anciano trastabillaba y equivocaba la nota. El insistía en comenzar de nuevo. Al cabo de un tercer intento, Joshua no se contuvo y lo corrigió, colocando sus manos para tocar esa parte por él.

─Hagamos algo ¿sí? ─le solicitó el anciano, tomando con la mayor naturalidad el hecho de que el niño lo hubiera corregido a pesar de que le había dicho que no sabía tocar─ Toquemos en dúo, así no pasare vergüenza ¿te parece?

CLARO DE LUNAWhere stories live. Discover now