03 | El universo debió haber adivinado

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Takemichi se quedó mirando el papel frente a él. En la mesa de madera demaciado cara como para poder tocarla yacía un contrato.

— Lemento si te asusta. Pero como se trata de ceder parte de mis acciones necesitamos firmarlo. — dijo Emma, sentada con un porte extraordinario.

Takemichi volvió su mirada a Emma incrédulo. Ella ya había firmado, ahora uno de sus abogados estaba pasando la hoja al castaño. Parecía no poder digerir lo que pasaba. Y exactamente cómo había terminado haciendo un trato con Emma. Miró una vez más el contrato repleto de letras, incluso había leído la letra pequeña cientos de veces. Seguía habiendo lo mismo en él. Después de digerirlo por unos minutos, en vano, finalmente firmó.

—Entonces— tomó la palabra el abogado. Quitando los papeles de la mesa y preparándose para reiterar el contrato.— La transferencia del 5% de las acciones y herencia de Emma Sano serán entregadas una vez que Takemichi Hanagaki cumpla esta serie de condiciones: "Quitarle de encima a él imbécil, grosero e interesado... de Jiel a Manjiro Sano". —el hombre se aclaró la garganta incómodo. Los jóvenes lo asustaban mucho. En especial Emma, quien había exigido que el contrato se escribiera así.

Takemichi una vez más se encontró mirando a la nada. Quería hecharse a reír sin parar. No entendía nada y a la vez lo comprendía todo. Solo bastó con sentir la potente y juzgadora mirada de Jiel sobre él hace unas horas para entender por qué Emma estaba especialmente interesada en alejarlo de Manjiro. Takemichi no es una persona que crea que las primeras impresiones lo son todo, pero tampoco confía en alguien que lo mire de esa forma sin siquiera conocerlo. Como si su simple presencia resultara peligrosa alrededor de Mikey. Como si temiera que se lo arrebataran.

Emma dijo gracias, y Takemichi arrugó sus labios en respuesta.

— Emma, no necesitabas darme nada. Te creo si dices que Jiel no es bueno para Mikey, pero ¿Por qué no hablarlo con él?

La rubia se rió. — No lo entenderías. Manjiro no entiende de razones si se trata de su noviecito. Es como si... tuviera una venda en los ojos cada que Jiel le hace daño.

— ¿Dañarlo? — Takemichi lo dudó, Mikey no era un niño como para dejarse manipular, al menos eso creía.

— Él es... — Emma negó. — Confía en mi, Takemichi.

...

— ¿Qué dijiste? — Hina lo miró con los ojos muy abiertos. Todo el tiempo desde que se encontraron en el centro comercial, Takemichi estuvo perdido en sus propios pensamientos. ¿Estaba tratando de averiguar qué hacer? Quizás si, ahora que lo escuchaba hablar tan detalladamente hacerca de cómo podría ganar millones de yenes con solo hacer ojitos a un millonario.

— Dije que- — Hina le cubrió la boca con entusiasmo.

— ¡No idiota! ¡Si lo escuché! Pero... ¿Dónde entras tú en todo eso? ¿Cómo?

Los eventos calleron sobre Takemichi como una bola de nieve, y ni siquiera tuvo tiempo de rastrillarlos. Tan pronto cómo se encontró en casa, soñando y analizando todo el camino, llamó a Hina para contarle el majestuoso milagro que pareció convertirse en una maldición en cuanto lo explicó con sus propias palabras.

— Bueno, esas cosas pasan. Además, jamás hubiera podido acercarme si no fuera por Emma.

— ¿Emma Sano? Demonios Takemichi. Pescaste el pez gordo.

Hina se rió y él sólo pudo sonreír con nerviosismo. Ahora si estaba atrapado.

— ¿Qué hago Hina? — sus palabras temblaron en sus labios. La chica solo pudo mirarlo con una ligera ternura y lástima.

— Ahm... ¿Invitarlo a salir?

— ¡Dios, no! Él tiene un novio.

La sonrisa de Hina se desvaneció enseguida. Takemichi no sabía específicar una mierda. Creyó que se trataba de alejar a un tipo profesionalmente, no quitárselo a su pareja.

— Ah. Entonces solo intenta abrir sus ojos a la fuerza.

— ¿Cómo hago eso?

Hinata sonrió con superioridad, sabía exactamente que era lo que tenía que hacer Takemichi.

...

Jiel mira al mesero con horror. Al parecer no puede soportar la forma en la que mira a Manjiro con ojos interesados. Sabe que debajo esconde otras intenciones. Lo molesta por razones que no puede explicar. Y después de arrugar su nariz se pone de pie escándalosamente llamando la atención de todo el restaurante.

—Voy a arrancarte esos ojos de ciervo— dice, sus ojos cerrados y Mikey intenta tomarlo por las manos.

Demaciado tarde, Jiel ya se lanzó sobre el muchacho y lo tiene acorralado contra una mesa.

— ¡Jiel suéltalo! — Manjiro grita asustado. Se pone de pie rápidamente e intenta socorrer al jóven que ya está recibiendo arañazos de su novio por todo su rostro y manos.

El tono preocupado de Mikey enfurece al de ojos grises. Por su cabeza solo pasa una cosa: Manjiro está preocupado por el mesero. Y pensar esos solo hace que arañe con aún más intensidad al jóven.

No pasó mucho hasta que Manjiro logró sacárselo de encima. Jiel casi se atrave a arañarlo, pero se detiene al encontrarse exhausto por luchar para salir del agarre. Sus brazos eran como de hierro, imposible escapar de ellos.

Finalmente, Jiel se permite gritar de rabia y su rostro se pone rojo mientras solloza ruidosamente.

—Te sacaré de aquí. — Mikey dice, notando la tormentosa mirada celosa que nubla los amables rasgos de su novio. Se lamenta internamente, y por un momento, cree que es su culpa.

El de cabello negro no puede encontrar la energía en sí mismo para responder. Ni siquiera puede encontrar energía para correr lejos después de que Mikey lo baja cuidadosamente al suelo, finalmente fuera del restaurante y de la sociedad.

— Voy a hacer que lo despidan — dice, y de pronto Mikey se encuentra preocupado realmente por el mesero.

Su mirada preocupada no dura mucho, cuando sus ojos logran distinguir una figura conocida caminar por la calle. Es de noche, pero eso no impide que el rostro de Takemichi sobresalga. Se da cuenta de que, ni siquiera la noche podría opacarlo.

Sonríe sinceramente, eso alarma a Jiel que sigue la mirada de Mikey hasta que se topa con ese castaño del otro día. Hace una mueca, pero la esconde sabiendo que otra escena sólo haría que Mikey se cansara de él.

— ¿Quién es? — pregunta falsamente.

—Solo el amigo de Emma ¿Debería saludar? — Mikey pregunta, incómodo.

— ¿Desde cuándo te interesan los amigos de tu hermana?— Jiel hace una mueca, pero la desvanece cuando se entera que Mikey ya corrió y no le prestó atención a lo que dijo.

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