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Luzbel los siguió hasta una de las nubes más alejadas del cielo, cuando llegó se escondió en unas de las nubes más cercanas.

Pero se llevó una gran sorpresa al ver a Gabriel y Miguel escondidos en la misma nube.

Luzbel: al parecer no soy el único que se confesará con padre esta noche -susurra con una sonrisa burlona-.

Miguel y Gabriel: oh cállate Luzbel -dijeron en un susurro-.

Luzbel: no les parece que se pasan un poquito de padres sobre-protectores?

Gabriel: ayudar a que mi hijo no arruine su primera cita no es ser sobre-protectora.

Luzbel: aceptalo Gabriel, Amenadiel ya no es un ángel pequeño que vive en medio de tu falda.

Ella estaba por responderle hasta que Miguel le tapó la boca.

Miguel: lo mismo va para ti Luzbel, Quiana ya no tiene 150 años como para que la sigas cuidando como tal.

Luzbel: ... esto lo arreglamos cuando termine la cita de ellos dos, ahora hagan silencio.

Mientras tanto con Quiana y Amenadiel:

Amenadiel: y así fue como Miguel tuvo el cabello rojo por un mes jaja

Quiana soltó una carcajada.

Quiana: p-pero como pudo ser tan torpe para tomar las pociones de Rafael jajaja

Miguel cuando escuchó eso se sonrojo de la vergüenza, mientras que Gabriel y Luzbel se tapaban la boca para no reírse a carcajadas también.

Pasaron las horas y los dos ángeles seguían hablando de todo un poco, hasta que se hizo de noche.

Quiana: bueno, creo que es hora de irse -dijo levantándose de la nube-.

Amenadiel: tienes razón, me divertí mucho hoy estando contigo

Quiana: yo igual -le extiende la mano para que se levante-.

Amenadiel sonrie y le agarra la mano, se levanta, queda muy cerca de Quiana y se le queda viendo.

Quiana: por que me miras así? -dijo con una sonrisa y alzando una ceja-.

Amenadiel: lo siento, esque me pierdo en esa sonrisa y en esos ojos tan hermosos... -dijo poniendo una mano en su mejilla-.

Él estaba a muy pocos centímetros de el rostro de Quiana y sin pensarlo dos veces la besó.

El beso era tierno y lleno de amor, ella le correspondió y luego Amenadiel puso su otra mano en su cintura, lo que provocó que las alas de Quiana se erizaran y las de él también.

Después se separaron por falta de aire y se quedaron viendo por unos momentos.

Quiana: me tengo que ir

Amenadiel: quieres que te acompañe?

Quiana: oh, no es necesario

Amenadiel: esta bien -le da un beso en la frente-. Nos vemos mañana hermosa

Quiana: nos vemos -le sonrió-.

Y con eso ella se fue volando y gritando internamente de alegría.

Amenadiel sonrio, dió un suspiro y se acostó otra vez en la nube.

Amenadiel: ¡es tan linda!

Miguel, Gabriel y Luzbel les parecía tierna la actitud de aquel ángel, se notaba que su amor era puro y sincero.

Meses después.

La hermana de LuciferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora