Capítulo 3

105 12 1
                                    


Jay Graham

Me quedé observando a la chica que acababa de subir delante de las cámaras. Era un rostro que no reconocía. La miré como hablaba con seguridad cuando en realidad estaba nerviosa. Observé una vez más su cabello largo recogido en una coleta alta, su cuerpo delgado marcando todas y cada una de las curvas que se encontraban ocultas debajo de la camiseta del equipo femenino.

—¿Quién es esa? —pregunté a Oliver, mi mejor amigo.

—Oh, vamos, Jay. Dale un poco de tregua, empieza hoy la pobre —replicó mi amigo.

—He preguntado quién es. No si empieza hoy —respondí con indiferencia.

—Hazel Asher, la nueva jugadora del femenino.

Miré nuevamente a la chica, su piel blanca y lisa que reflejaba con las luces de la sala. Sonrió y me pareció la sonrisa más hermosa que hubiera podido ver hasta la fecha. No presté atención a ninguna de las palabras que dijo, me limité a observar sus movimientos, sus gestos y sus incomodidades.

Su rueda de prensa duró unos pocos diez minutos. Al bajar del escenario, se fue casi corriendo hacia su nueva y reciente amiga. Me acerqué a ella, noté que se puso nerviosa al verme y solté una pequeña risa.

—Bien hecho para ser nueva.

—No soy nueva en esto, al contrario que tú —bramó la chica.

—¿Qué yo? Cariño, te aseguro que llevo haciendo esto más tiempo que tú.

Me limité a ver cómo reaccionaba a mis palabras. Saltaba a la primera de cambio, es una chica con carácter.

—Nos vemos luego, cariño —dije con una sonrisa para ir a dónde se encontraba mi amigo cuando dijeron nuestros nombres. Me hubiera quedado un rato más viendo sus reacciones, disfrutando de cómo saltaba a la mínima.

Me senté frente a una de las cámaras y cuando el entrenador dio la señal, una avalancha de preguntas taponaron nuestros oídos. Hablaban todos a la vez, como de costumbre.

—A ver, de uno en uno, por favor —dijo mi amigo al no entender ni una de las preguntas que nos estaban haciendo.

Las preguntas al principio de temporada siempre solían ser las mismas: ¿Vais a seguir jugando juntos? ¿Cómo os sentís para la temporada que viene? ¿Tenéis pensado ganar trofeos? Nuestra respuesta siempre era la misma: íbamos a ir a por todas y vamos a ir hasta donde lleguemos.

Fue una larga sesión de preguntas inútiles que los periodistas repiten. Parecía que siempre tuvieran apuntadas las mismas cosas en las diminutas libretas que traen siempre. Finalmente, se les acabó el tiempo de hacer preguntas y pudimos salir de aquel foco de atención.

—No ha estado mal, para un principiante —dijo la chica nueva.

—Teniendo en cuenta que a ti te ha sobrado tiempo y a mí no. Tienes razón, no ha estado mal, cariño —respondí sin dejar de mirarla. Era una chica bastante alta para lo que suelen medir, pero a pesar de eso, le seguía sacando casi una cabeza.

Su sonrisa se borró de su rostro y solté un pequeño gruñido placentero.

—Deja de llamarme cariño —dijo con una expresión seria.

—¿Por qué? ¿Qué vas a hacer al respecto?

—Simplemente, deja de llamarme así. No te debo ninguna explicación.

—Te voy a llamar como me dé la gana, cariño —dije acentuando la última palabra.

Quería seguir discutiendo con ella, ver la cara que se le quedaba cada vez que respondía a una de sus frases. Pero simplemente me quedé mirándola con una sonrisa.

—Eres un imbécil —declaró.

—Dime algo que no sepa —respondí y Oliver me empujó para terminar con esa tensión—. Ni se te ocurra decir lo que sea que vas a decir —dije a mi amigo.

—No iba a decir nada. —Conocía a mi amigo, lo conocía desde hace años y siempre tiene algo que decir cuando me comporto de esa forma.

Hace varios años que lo conozco, fue la primera persona con la que me llevé bien en el equipo. Seguramente se debió al hecho de que ambos éramos nuevos, pero nos entendíamos muy bien, especialmente en la pista. Lo que hizo que nuestro juego fuese mejor, a día de hoy, los rivales no nos quieren ver jugar juntos.

Lo que empezó con una amistad en la pista acabó siéndolo también afuera. Incluso me presentó a toda su familia, a quienes actualmente también considero mi familia.

Antes de ir a cambiarnos, decidimos pasar por la pista de entrenamiento para hacer unos cuantos tiros. Los entrenamientos no empezaban hasta el siguiente día, veníamos de un pequeño periodo de vacaciones antes de empezar la nueva temporada. El primer partido iba a ser en dos semanas. Este año tenemos como objetivo principal conseguir la copa que disputamos con todos los equipos de América, el año pasado nos quedamos en las semifinales.

—¿Qué te pareció Hazel? —me preguntó mi amigo mientras se preparaba para hacer un tiro de la línea de tres.

—¿Quién? ¿La nueva? —respondí con indiferencia recogiendo la pelota para devolverla y que pudiera volver a tirar.

—Esa misma.

—No está mal —dije cambiando la posición con él e intentando los tiros.

—¿No está mal? ¿Y ya está? —preguntó confundido.

Lo miré negando y volví a tirar la pelota al aro.

—¿Qué quieres que te diga? ¿Qué es guapa? ¿Qué me ha gustado provocarla para ver su reacción? De acuerdo —acepté—. Pero ya está. No le busques tres piernas al gato.

Mi mejor amigo me miró y me pasó la pelota con fuerza. Sabía lo que eso significaba, pero iba a ignorar esas palabras silenciosas.

Nos pasamos un buen rato haciendo un pequeño partido entre nosotros dos, fue un uno contra uno bastante igualado. Reímos y jugamos hasta que el entrenador nos echó de la pista. Era quizás medio día cuando tuvimos que irnos a la ducha, que sirvió para relajarnos y quitarnos el sudor.

Fui a la taquilla que tenía mi nombre y saqué la ropa más casual que me había traído antes de la rueda de prensa y me la puse de nuevo. Devolví la ropa usada al cesto de la ropa sucia y cuando mi amigo estuvo listo, fuimos a buscar mi coche. La ventaja de vivir cerca de tu mejor amigo es el poder compartir vehículo en estas ocasiones.

Antes de entrar a mi coche me fijé nuevamente en Hazel, ya vestida con su ropa casual. Llevaba puesta una blusa blanca con el cuello en V y unos tejanos simples. La hacía lucir sencilla pero a la vez elegante. Ella me miró y me metí en mi coche, poniendo rumbo a la carretera.

En poco tiempo llegamos delante del edificio de Oliver. Él no parecía muy contento, me miraba seriamente.

—Recuérdame la próxima vez de no dejarte conducir —dijo malhumorado. Solía conducir bastante rápido, ¿para qué vas a tener un coche deportivo si no lo vas a usar? Con mi conducción rápida, llegábamos bien de tiempo a todos sitios. En cambio, con su conducción lenta, siempre llegábamos tarde.

—Ni que te molestase mucho. Siempre me dejas conducir a mí —repliqué—. Si te molestase tanto, conducirás siempre tú. —Y era cierto, a pesar de lo mucho que se quejaba, siempre acababa conduciendo yo.

—Pero aprecio mi vida más de lo que te aprecio a ti —dijo bromeando y me dio un golpe en el hombro—. ¿A qué hora vienes a buscarme mañana?

—A las 8.

—Jay, tenemos que estar ahí a las 10 —replicó.

—Por eso mismo —contesté—. Con tu velocidad de tortuga reumática, aún vamos a llegar tarde. Y no me voy a arriesgar a eso.

—Eres un cretino.

—Lo sé.

The Perfect GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora