Capitulo V

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No quitaba sus ojos de encima. Su mirada fría la recorría desde los pies hasta la cabeza haciéndola sentir vulnerable  totalmente. Temía a las represalias de aquel hombre que a veces era tan intransigente, tan duro y a la vez tan deseable.

Ya no era una adolescente, pero su cuerpo reaccionaba como el de uno cada vez que lo veía. Había pasado de la admiración a la atracción y temía que pudiera pasar al siguiente paso, porque seguramente terminaría rompiéndole el corazón. No era un niño, ni siquiera era de su edad, sabía perfectamente que no solo eran los años los que lo separaban, que también era la experiencia y su boca tomo un sabor agrio de solo pensar en todas las mujeres que habían pasado por sus manos.

Pero le gustaba, y por una vez en su vida quiso que un hombre la mirara débil, inofensiva y sumisa y que se apoderara de ella con todas sus fuerzas, que la hiciera doblegar, caer y ceder en cualquiera de sus caprichos o deseos mas oscuros, porque ella los tenia y los tenía solo con él.

— Cadete — la llamó desde la cama.

Quería escuchar su nombre salir de su boca, al menos así sentiría que la acariciaba de alguna forma, porque sus manos parecían tan ajenas e inalcanzables.

— ¿Qué sucede? — preguntó desde el mismo lugar incapaz de acercarse con temor a realizar una estupidez.

— Venga aquí — ordeno al palmear con sutileza la cama.

— Estoy bien en este lugar. — rechazó cobardemente su invitación. — Dígame por favor que es lo que sucede.

— He dicho que venga. — volvió a repetir y en su tono se notó irritación.

Mikasa tomo una bocanada de aire antes de acercarse a la camilla, y apenas estuvo cerca se arrepintió totalmente de haber caminado hasta allí. Podía ver con mas precisión la imagen de su cuerpo asomándose por lo delgada de la bata, miró sus brazos, sus piernas, su abdomen y más abajo. Estaba comportándose como una chiquilla curiosa, de esas que no cesan hasta obtener lo que quieren y el era lo que ella quería.

— Aquí estoy, ahora dígame — declaro con lentitud mientras seguía mirando la parte central del cuerpo del capitán.

El capitán no dijo nada cuando ella con mucho esfuerzo había vuelvo a mirarlo a los ojos. El contacto había sido corto y pobre, pero no podía culparla, si seguía mirándolo de esa manera terminaría pidiendo que la besara en la boca.

— ¿Se hizo daño? — le cuestionó.

Su corazón vibro desenfrenadamente al escucharle preguntar aquello. Sonaba extraño ese gesto amable viniendo de su boca sucia. Posterior a eso él había dejado de verla cuando sus ojos pactaron con la ventana de luz escandalosa.

— ¿De... que habla? — preguntó inquieta por temor a hacerse vagas ideas.

— De esto. — la jaló del brazo y teniéndola sentada en el borde de la cama, la obligo a tocar el costado que tenía la mordida del animal.

Los dedos se le incendiaron apenas y tuvo contacto con su cuerpo, tocaba el vendaje, pero era suficiente como para detectar el calor que emergía de su figura varonil.

— No capitán, no me he herido — susurro y siguió disfrutando del agarre de sus manos que presionaban sus dedos agitados.

— ¿Y su boca? — aclaro su garganta y de nueva cuenta la interrogó.

Mikasa no respondió, si abría la boca el sonar de su corazón saldría disparado en jadeos o gritos, cualquier cosa que fuera la descubriría. Pero el capitán parecía querer poner a prueba su fortaleza mental y carnal, porque la tomo del mentón con la mano libre en donde la giro hasta acercarla a su cara adormilada.

¿A qué sabe el amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora