Capitulo VIII

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Acomodaba la maleta en la carreta con la misma delicadeza que tenían los comerciantes al llenar un costal de papas. Estaba jodido, irritado y completamente cagado por los planes inútiles de Hange. No estaba dispuesto a verle las pelotas a Eren dentro de la campaña ni mucho menos buscaba estar bajo la misma puta sabana, pero se rehusaba a ceder el paso, a hacerse a un lado, a desistir. El estúpido mocoso no dormiría a solas con ella, si el castaño quería dormir iba a tener que hacerlo con él adentro, o de lo contrario podía joderse y tirarse a un acantilado o a un pozo, le daba exactamente lo mismo.

El sol comenzaba a ponerse en el momento en que todos acomodaban sus pertenencias antes de partir, siendo así el pelinegro aprovechando la luz solar, empezó a revisar detenidamente todo lo que se empacaba para evitar que cosas esenciales fueran olvidadas en el cuartel.

— Levi — lo llamó con la voz temblorosa.

El capitán se percató de la presencia de su compañera y volteo de golpe al escucharla llamarlo. Tenia tantas ganas de azotarla contra el piso por la cagada que acababa de cometer, pero se contuvo por que Erwin no paro de recordarle que Hange solo había tratado de ayudarlo.

— ¿Qué carajos quieres? — pregunto molesto mientras seguía acomodando el resto de las maletas en la carreta vieja de dos caballos.

— ¡No sé qué paso! — expuso más relajada — te prometo que Conte muy bien los números. — le explico.

— Evidentemente no contaste bien, fenómeno.

— Puedo moverlo de lugar, por Dios, nosotros podemos asignar el rol a quien queramos — le recordó la castaña.

Levi se quedo en silencio sin mirarla, y pensó un poco en la salida deshonesta que Hange le proponía. Ella tenía razón, claramente podía hacer con el rol del ojiverde lo que quisiera, pese a eso no estaba de acuerdo.

— No jugare sucio — volteo a verla enseguida — ganare con o sin él dentro de la campaña.

— Pareces bastante confiado — dijo sorprendida al ver su determinación.

— Seria patético necesitar de tus artilugios para ganarle a ese estúpido. — la miró y Hange parecido entender que aquello era cosa de hombres.

Hange le sonrió antes de irse, mostrando su apoyo por la decisión que el había tomado. Después de eso el capitán salió a buscar su caballo para iniciar con la pequeña expedición.

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La maleta que estaba enfrente no tenia casi prenda alguna, las manos le temblaban descontroladamente impidiéndole que empacara con naturalidad. Aun tenia en su memoria la imagen de un cero mal dibujado, en conjunto con sus ojos semi dormidos que la miraban con «indiferencia».

Dios ... Eren siempre había sido un inoportuno, pero esa mañana se había ganado el primer lugar de entre todos. ¿En qué momento consiguió ese otro número? ¿Cómo es que no pudieron contar bien?

Sentía mariposas de solo haberse imaginado metida en la cabaña con él, le daba igual que las cobijas fueran viejas e incomodas, el estar a su lado hubiera valido cada segundo. Pero ahora todo está mal, ahora realmente sería un tormento meter la cabeza en esa campaña, sería tan incomodo dormir en medio del hombre que la deseaba y el hombre que ella deseaba.

Se sentía tan frustrada al pensar en aquello, era una tarea tan fácil que le sorprendía que hubiera acabado en tragedia. Todos estaban atónitos ante aquel insignificante error y desde entonces había estado conteniendo las ganas de quejarse por aquel fiasco, que pudo haberse convertido en la mejor de sus oportunidades.

Pero agradeció su fuerza y su control, porque de haberse quejado de aquella jugada habría expuesto por segunda vez su deseo por el hombre que la había rechazado y eso solo seria humillarse una vez más en vano.

¿A qué sabe el amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora