Capítulo 3

860 117 11
                                    

—Lo siento Mikey-kun—murmuró lo suficientemente fuerte para que este lo escuchara. Draken ya se había marchado porque al parecer iba a acompañar a los padres de Pah a visitarlo.

Mikey aún tenía la mejilla roja y Takemichi no se imaginó que emplearía demasiada fuerza. De hecho, esperaba que el rubio fuera capaz de esquivarlo. Ahora, solo le quedaba el peso de la culpa al ver su bonito rostro golpeado.

—¿Crees que puedas perdonarme? —insistió al no escuchar una respuesta—. Por favor.

—Takemicchy, debes tener cuidado. Yo no te golpearía nunca, pero si haces lo mismo a la persona incorrecta, acabaría diferente—lo sabía y antes de pudiera alegar al respecto, las frías manos de Mikey apretaron sus mejillas, obligándolo a mirarlo—. Aunque si eso sucediera, yo te protegería.

Yo también, te protegeré.

Habría sido una genial respuesta, sin embargo, alguien como Takemichi no podría hacer mucho. El invencible Mikey no necesitaba su fuerza. Aun así hizo un juramento silencioso de que no importaba cómo, Takemichi Hanagaki velaría por la seguridad y el espíritu de este tierno chico.

—S-Supongo que entonces me perdonaste—dijo. Cuando Mikey lo miraba con tanto cariño y un brillo que pocas veces aparecía en sus ojos, se sentía especial. Por el contrario, deseaba con todas sus fuerzas no ilusionarse y apegarse a esa idea. Le aterraba tanto como le fascinaba y todavía no se decidía a qué dirección inclinarse.

"Eres un cobarde"

¿Qué tenía de malo en querer protegerse? Él no era invencible.

Si no amabas a alguien, no te podían rechazar, no te abandonarían y no romperían tu corazón.

*

Dejó las manos caer de las mejillas de Takemicchy cuando pareció que el cielo despejado de sus ojos se nubló. Le ocurría muy seguido y deseaba conocer el motivo por el que su aura tan resplandeciendo de pronto se opacaba por la oscuridad. Dentro de sus memorias persistía el rostro del azabache deformándose por lo duras que fueron sus palabras la última vez que se vieron.

Se arrepintió en seguida y reconoció que las dijo debido a que ansiaba lastimarlo, hacerlo sentir tan mal como él lo hacía al rechazarlo. Al lograrlo se sintió asqueado. Si lo que quería era que el mayor lo amara, al presionarlo tan fuerte no lo conseguiría.

Comprendía también, que era el responsable de que Takemicchy perdiera la paciencia y verlo llorar se sintió como el golpe de diez camiones. Fueron sus palabras sinceras llenas de desesperación lo que le hizo reflexionar.

—¿Podemos ir a comprar algo para comer? me dio hambre—fue lo que pronunció con una suave sonrisa. Escuchó a Takemicchy suspirar aliviado y al final ambos caminaron hacia el establecimiento más cercano.

Mikey no perdió oportunidad para rozar sus dorsos a propósito, al igual que sus hombros y a pesar de la ropa que traía puesta, fue capaz de percibir la calidez del otro. Kenchin tenía razón, a veces solo es suficiente con permanecer cerca. Sin embargo, él no quería dejar de hacerle saber a Takemicchy lo importante que es tenerlo en su vida.

No deseaba arrepentirse de nada.

—Ya te dije que si no tiene una banderita...—el mesero que no sabía cómo responder a sus anteriores reclamos y no le importaba. Fue muy específico en su petición.

—Mira, Mikey-kun, una banderita.

Ninguno se dio cuenta que justo en ese momento se sonreían como si compartieran un millón de secretos.

*

—¿Por qué no lo invitas tú? —Emma pareció meditarlo por un momento. La mueca en su boca le dijo que no le convencía. Criar a esa adolescente fue difícil, a pesar de que la palabra criar era hablar en grande. Él no era una chica ni mucho menos convivió con alguna hermanita menor a la cual pudiera aconsejar.

Heart of Gold |Tokyo Revengers|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora