Capítulo 8

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Keisuke despertó cinco días después de ser internado en el hospital y fue de dado de alta luego de una semana. Takemichi y sus demás amigos lo visitaban con frecuencia, esperando que se saliera pronto.

Hasta ahora seguía en un proceso de recuperación ya que su herida fue incluso más grave que la de Draken debido a que se comprometieron algunos de sus órganos. Con ello sus actividades en la ToMan estaban suspendidas.

Y contrario a lo que se hubiera esperado, Mikey decidió mantener a Kisaki Tetta en la pandilla, encargando a la quinta división mantener un ojo sobre él y también sobre los miembros de Valhalla que absorbieron. Nadie podía saber lo que pensaba el comandante, pero aceptaron su decisión. Así fue como ya eran una pandilla con alrededor de cuatrocientos miembros.

Hasta ese punto todo parecía estar bien. Hubo algunos incidentes menores con otras pandillas o sujetos que buscaron problemas con ellos. Nada tan grande como lo que ocurrió en el apodado Bloody Halloween.

Sin embargo, nada les aseguraba que continuaría de esa forma y si la ToMan continuaba avanzando y expandiéndose, también lo harían los problemas. No obstante, en ese momento Takemichi tenía el presentimiento de que todo estaría bien y por primera vez en un tiempo, se sentía entusiasmado.

Aunque sospechaba se debía a los acercamientos que tenía con Mikey. A pesar de que todavía creía que le podía dar un ataque cuando el menor lo tomaba por desprevenido con sus atenciones o su inocente coqueteo. Simplemente no se acostumbraba a tener la atención de alguien sobre él.

Dejó de mirar la pantalla de su celular con una boba sonrisa luego de recibir un mensaje del protagonista de sus pensamientos.

Compra algo dulce para mí.

—¡Takemicchy!—escuchó a lo lejos. Se trataba de Haruchiyo.

El azabache aún se sorprendía de lo mucho que crecieron los chicos con los que solía jugar. Keisuke y Haru se estiraron demasiado, tanto que lo rebasaban por muchos centímetros, por el contrario, Mikey continuaba siendo bajito.

No le generaba un complejo y aun guardaba la esperanza de crecer unos centímetros más antes de cumplir la mayoría de edad.

Mientras observaba a Haru caminar en su dirección se percató de las miradas que atraía. Era un chico atractivo e imposible de ignorar. Su largo cabello y piel clara eran uno de sus mejores atributos y aún con las marcas de sus comisuras, no le restaba belleza, de hecho, se volvía más peculiar.

Ese fin de semana que no trabajaba, decidió que era momento tanto de limpiar su apartamento y de hacer las compras. Lo primero le tomó casi todo el día de ayer. No lograba comprender como era que se llenaba de basura si pasaba la mayor parte del tiempo en el taller. Era un misterio que no resolvería, al menos no tan pronto.

De modo que ahora pensaba hacer su despensa acompañado de un Haruchiyo algo enfurruñado. Pudo haberse negado, pero no lo hizo, por lo que creyó que su actitud no tenía nada que ver con él.

El objetivo de la invitación no solo era pasar tiempo con el menor, sino hablar acerca de su anómalo comportamiento. En los ojos de Haru hervía una furia que con la menor provocación traería catastróficas consecuencias. Y si había algo que él pudiera hacer para aliviarla, lo haría sin dudarlo.

Claro que estaba convencido de que Haru sería difícil de abordar y no planeaba obligarlo, hay secretos que uno desea guardar para sí mismo.

Por el momento, conforme caminaban por los pasillos del súper, iniciaron con una banal conversación, una que se centraba en juzgar los enlatados y comida instantánea que el mayor metía sin remedio al carrito que Haruchiyo empujaba sin mucho entusiasmo. El motivo detrás de todo era que Takemichi es un pésimo cocinero y en realidad, había sobrevivido bastante bien comiendo ese tipo de alimentos.

Quizá su peso no era el ideal, mas no se moría de hambre y eso le bastaba.

—Comamos algo—el azabache señaló una pequeña cafetería mientras iban de regreso a su casa. Estando dentro buscaron el rincón más apartado para que ambos estuvieran cómodos. Y luego de ordenar y recibir sus platillos fue como comenzó una ronda de preguntas.

—¿Ya le dijiste que sí?—inicio Haru con una sonrisa jocosa que se alzó en su atrayente rostro—A Mikey—continuo cuanto Takemichi lo miró confundido—. Es decir, se nota el cambio, está más tranquilo, incluso me atrevo a decir que piensa con más claridad ¿Ya son pareja?

—Mikey y yo no somos pareja—escupió las palabras de forma apresurada—. Estamos...aprendiendo uno del otro.

Aquello sonaba absurdo, siendo que se conocían desde hace años. Ellos tenían algo y para Takemichi requería una enorme fuerza de voluntad reconocer lo mucho que el compromiso significaba. Nadie lo había elegido como Mikey lo hizo.

—Se siente como si fuera otra cosa.

—Mikey es más joven que yo y no quiero ser juzgado como un pervertido. Soy el adulto aquí.

Haru soltó una carcajada, haciendo que él frunciera un poco el ceño.

—¿Tú eres el pervertido? desde el punto de vista de todos, es Mikey quien no te quita las manos de encima. Él es el pervertido.

Aun teniendo razón, el descubrimiento fue bastante vergonzoso. En su defensa, tenía una debilidad por los oscuros orbes del rubio. Y Takemichi creía que todo era con aire inocente, así que se lo permitía.

—Estamos tomándolo con calma.

Haruchiyo bufó notándose bastante divertido.

Por unos minutos se concentraron en comer. Hasta que el adolescente de nueva cuenta se animó a hablarle. El mayor estuvo satisfecho con el ambiente de confianza que se creó entre ellos, no tuvo que recurrir a algún tipo de soborno.

—Le haces bien, a todos en realidad—ahora miraba su platillo con mucha concentración—. Yo...sé que debería ser como Draken o el idiota de Baji, debería ser una de las conciencias de Mikey.

—Todos hacemos lo que podemos—quiso trasmitir a través de su voz que lo comprendía. El sentimiento de no ser suficiente.

—Es distinto, yo haría cualquier cosa que me pidiera sin preguntar los motivos, sin cuestionarme si está bien o mal, lo haría solo para complacerlo, porque lo admiro demasiado.

Ahí estaba, la sombra que veía en los ojos del menor y le dio escalofríos darse cuenta que era probable que se estuviera conteniendo para evitar ser dominado.

—Supongo que, si tú estás ahí, estaremos bien ¿no?

Esas ultimas palabras le hicieron recordar que estaba a nada de tener que darle una respuesta a Mikey.

Únete la ToMan.

Su respuesta inmediata fue un no, tenía años que no peleaba -si es que solo recibir palos contaba como pelear- y cuando lo hacía siempre perdía. La ToMan no debería tener miembros que fueran golpeados fácilmente. Sin embargo, debido a la insistencia, prometió que lo pensaría.

No se le ocurría un motivo por el cual lo quisieran ahí.

—¿Qué haría yo en la ToMan? ¿Llorar? Lo puedo hacer también fuera de ahí—intentó hacer mofa de lo de siempre—. Yo no les serviría para algo, soy débil.

—Ya derrotaste a Kiyomasa y noqueaste a Baji antes de que el muy estúpido se perforará por segunda vez los intestinos.

Ambos rieron, Kei amaba las exageraciones tanto que incluso estuvo a punto de acabar con su vida solo para evitar que sus amigos no pelearan.

—Si alguien como tu nos respalda, no perderemos nunca.


Heart of Gold |Tokyo Revengers|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora