Capítulo 4

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La única vez que vio llorar a Mikey fue después de la muerte de Shinichiro, el niño de trece años se permitió por una ocasión derramar lagrima tras lagrima mientras se aferraba a él. La última vez que lo vio tan expuesto.

El comandante de la ToMan estuvo sentado en la sala de espera con la cabeza erguida, a simple vista parecía tranquilo. Y Takemichi quiso acercarse ya que se veía muy solitario, pero comprendió que necesitaba seguir mostrando esa fortaleza. Si él titubeaba frente a sus subordinados, si dejaba entre ver sus fisuras, la imagen de ser invencible menguaría. Y a esa imagen se aferraban los chicos para seguir adelante.

Ahora que permanecía escondido detrás de un muro pudo escuchar lo mucho que le costó a Mikey mantenerse imperturbable frente a los demás.

Kenchin...No hagas que me preocupé así.

Vio que Mitsuya iba en su dirección y decidió detener su trayectoria. Aquel era un momento privado, un momento que tenía que proteger por Mikey, porque él estaba demasiado agotado para hacerlo.

—¿Y Mikey? Los demás preguntan por él—le cuestionó el peliplata.

—Yo lo buscaré, diles que pueden irse—sabía no debería estar dándole ordenes al chico y esperaba que no lo tomara a mal—. Tú también, estaré aquí hasta que Draken-kun despierte.

—Me quedaré, debes estar cansado—Takemichi negó de inmediato palmeando su brazo.

—Estaré bien, puedes venir mañana. ¿Podrías llevar a Emma-chan a casa?

El chico asintió y se fue sin rechistar.

—Mikey-kun...

El rubio no respondió, ni tampoco le pidió que se alejara, fue así como Takemichi logró acomodarse a su lado en silencio. Permanecieron de ese modo hasta que Mikey suspiró y se recargó contra su cuerpo. Sus cabezas casi de la misma estatura apoyadas un sobre la otra.

—¿Cómo está tu mano? —preguntó. Takemichi extendió su mano herida. Le habían dado unas puntadas.

—Sobreviviré—intentó transmitir un poco de burla a sí mismo. La verdad no quería confesar que su reacción al ser apuñalado fue demasiado ostentosa.

De alguna forma se las arregló para salir vivo y lo atribuía a la suerte. Tener al protagonista de sus pesadillas y de los horrorosos recuerdos de su vida escolar lo dejó helado y con ganas de correr muy lejos. Sin embargo, el chico que se desangraba a su espalda y todos sus remordimientos le dieron en valor que necesitaba para confrontarlo y obtener su revancha.

Sepultando la escena, se dejó envolver en el mutismo entre ellos.

Mikey de pronto se puso a jugar con los dedos de su mano sana, recorriendo una y otra vez su longitud y delgadez. Enseguida comenzó a trazar líneas sobre su palma y el azabache intentó adivinar el significado fracasando por completo. Interpretó las acciones como una forma de distracción y lo permitió, incluso cuando el rubio entrelazó ambas manos. Los nudillos de Mikey se encontraban rasgados, algo de sangre seca pegada sobre su blanca piel.

—Gracias por cuidar a Kenchin por mí—Sus miradas se encontraron y el mayor sintió sus ojos llenarse de lágrimas, destrozado por la suavidad de su voz... por la ternura que le produjo. Imaginar que en otro escenario Draken hubiera muerto. Mikey seguramente jamás volvería a ser el mismo.

—Takemicchy, de alguna forma siempre terminas llorando más que otros— Mikey se acercó tanto que sus labios estaban a escasos centímetros de los suyos. Apenas fue un mero roce, que terminó en un instante, pero a Takemichi se le encogió el estómago—. Derramas lagrimas por los demás sin contenerte, siento demasiada envidia.

Heart of Gold |Tokyo Revengers|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora