Capítulo 4- El sótano

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Cuando llegué a la casa de Alejandro se me quedaron los ojos como platos. Su casa era muy pequeña y según las dimensiones ahí no cabía su afamada familia de 8 personas. Quise entrar pero divisé a Alejandro en el balcón y el miedo de que hubiera otro incidente me hizo olvidar que mi cuerpo seguía en casa y eché a correr. Al esconderme en un soportal  me di cuenta de la estupidez que acababa de hacer y siendo sincera me reí un poco de mí misma. Me di cuenta de que en esa forma era invisible y no podía mover nada de sitio, así que volví y escalé hasta el balcón, y, esquivando al pensativo Alejandro, vi de una vez su cuarto. Era una habitación normal y corriente, con litera y un pequeño escritorio. Tuve suerte de que la puerta de su cuarto estaba abierta, y pude ver toda la casa; era un poco más pequeña que la mía, pero con más habitaciones. Fui inspeccionando cada rincón de la casa, hasta que me percaté de algo. Alguien chillaba en el sótano. Muerta de miedo quise irme pero tendría que volver al balcón y preferí esperar a que la habitación estuviera vacía y, nada más pensarlo, oí que Alejandro bajaba las escaleras. Me escondí detrás del sofá por miedo y él sacó una navaja y abrió la puerta del sótano.

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