De tramas y sitios

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Disclaimer: Esta historia y sus personajes no me pertenecen. La historia es de eien-no-basho y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.

Nota de la autora: (Súper)Pequeña lección de historia de hoy:

Namasu: pescado crudo en rodajas servido en salsa de vinagre. El plato era común en el periodo Heian.

-x-

Un único rayo de luz de luna atravesaba la completa oscuridad de la apenas amueblada habitación, arrojando profundas sombras sobre las pálidas facciones de su ocupante.

Los labios de Kagura estaban presionados en una fina línea, el etéreo carmesí de sus ojos, oscuro mientras observaba su reflejo en el pequeño espejo redondo suspendido ante ella.

Solo que no era su reflejo el que le devolvía la mirada.

El rostro de un hombre, mortalmente pálido y extrañamente delicado, miraba hacia ella. Una oscura melena de pelo negro como la tinta parecía casi retorcerse con vida propia alrededor de su rostro y sus labios estaban curvados hacia arriba en una leve sonrisilla que apenas llegaba a sus turbios ojos rojos.

—¿Qué noticias me traes esta noche, Kagura? —dijo el hombre, su voz fue un gruñido bajo que envió escalofríos por su piel.

Kagura estaba callada, las líneas alrededor de su boca se intensificaron por el más breve instante antes de que pudiera alisarlas de nuevo para formar una apariencia de apatía.

—Dicen que los nombramientos se retomarán pronto —dijo con un pequeño encogimiento de hombros—. Poco más que eso.

El hombre alzó las cejas levemente, el interés iluminó sus ojos con un inquietante tono de color rojo sangre.

—Están intentando consolidar su poder mientras sienten que tienen ventaja, entonces —dijo, aunque más para sí que para ella—. Tiene poca importancia. Deja que jueguen a arreglar la corte si quieren. Solo servirá para mantenerlos distraídos.

Kagura lo miró, frunciendo el ceño muy levemente. Se movió con inquietud, la seda de su juni-hito susurró en el silencio de la habitación. El rayo de luz de luna se deslizó para iluminar el abanico que sostenía en su regazo. Lo sopesó por un momento antes de alzar la mirada de nuevo hacia el espejo.

—¿A quién de entre nosotros desea que se envíe, entonces, Naraku-sama? —dijo en voz baja.

—¿Enviar? —repitió el hombre, Naraku.

—Según los rumores, no van a tomar a los primogénitos —dijo Kagura, retorciendo el abanico distraídamente entre sus dedos—. No se ha hecho ningún anuncio de momento sobre cómo pretenden escoger, pero ¿no deberíamos prepararnos para esa ineluctabilidad?

—Interesante —murmuró Naraku—. Aunque supongo que no debería haber esperado nada menos del híbrido y de su plebeya. Mmmm, ¿a quién debemos enviar, Kagura? Quien vaya tendrá libre acceso al Dairi, después de todo.

Sus ojos se deslizaron hacia el rostro de ella, su mirada la perforó mientras intentaba leerla. Kagura fijó la mirada en su abanico mientras bailaba entre sus manos, su expresión era decididamente impasible. Ofreció otro pequeño encogimiento de hombros.

—No me corresponde a mí decidirlo, Naraku-sama —dijo arrastrando las palabras—. Haga lo que desee. Siempre lo hace, ¿no es así?

—Pero ¿no tienes ni siquiera una sugerencia para mí, Kagura? —insistió Naraku, su mirada no vaciló en ningún momento—. ¿Nadie a quien recomendarías?

Hubo el más leve tic en los labios de Kagura, desapareció casi antes de que se pudiera percibir. Abrió el abanico lentamente, alzándolo hasta cernirlo justo por debajo de sus labios.

Tras la pantalla de sedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora