De confianza y los Taira

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Disclaimer: Esta historia y sus personajes no me pertenecen. La historia es de eien-no-basho y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.

Nota de la autora: Nuestra pequeña lección de historia de hoy:

Sode: también se puede traducir como «manga», pero en la ocasión en la que la uso se refiere a las hombreras de una armadura japonesa. Tened en cuenta también que la armadura japonesa consistía en su mayoría en cuero pesado en lugar de metal, como ocurre con la armadura de un caballero.

Esto permitía más amplitud y rapidez de movimiento, con enchapados metálicos ligeros en hombros, pecho y muslos. Una armadura completa de batalla consistía en más metal y un casco, pero por lo que respecta a la armadura de un guardia de la corte, era relativamente ligera.

Edad casadera: aunque la idea pueda ofender nuestras sensibilidades modernas, las mujeres de la época Heian podían casarse tan pronto como a los 13 años. Lo más común era que se casasen alrededor de la edad de 16 años, aunque hay siempre excepciones aquí y allá. Los hombres, por otro lado, normalmente se casaban en la veintena o en la treintena, sino más tarde.

Wakizashi: una espada japonesa. Más ligera y corta que una katana tradicional. Sango lleva una (aunque rara vez la usa) en la serie.

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Después de su reunión con el hanyou, Kagome decidió que era hora de hacerles una visita a Miroku y a Sango. Extrañamente eufórica, consiguió apenas mantener su paso adecuadamente sosegado mientras abandonaba los confines del Dairi y se encaminaba hacia la residencia de Sango.

Empezó a nevar ligeramente mientras iba de camino, los copos dispersos caían lentamente del oscurecido cielo para espolvorear los caminos y los tejados de los edificios. Kagome se deleitó con ello, amando la sensación nítida y limpia que el aire siempre parecía adoptar cuando nevaba.

Por desgracia, también había atraído a varios grupos de mujeres de la corte, que admiraban el suave flotar de los copos mientras se paseaban por debajo de sus ligeros parasoles de papel. Kagome se esforzó al máximo por evitar esos grupos, aunque con poco éxito.

Cada vez que resultaba interponerse en el camino de las mujeres, ellas se quedaban paralizadas, como si estuvieran viendo un espíritu errante emergiendo de la ligera caída de la nieve. La observaban con ojos pintados que estaban a la vez escépticos y casi asombrados.

Lentamente, muy lentamente y con incertidumbre, le hacían la más ligera de las reverencias. Kagome correspondía al gesto sin decir una palabra, aunque estaba bastante desconcertada en cuanto a si era o no apropiado que ella les hiciera una reverencia.

Volvía a ponerse en marcha apresuradamente, los susurros conspiradores rechinaban en el aire tras ella. Aun así estaba complacida, a pesar de la desconcertante naturaleza del nuevo comportamiento de las mujeres. Que se inclinaran, que la sopesaran con ojos tan atentos, significaba que al menos estaban pensando seriamente en todo lo que había hecho. Sin duda una buena señal.

Aun así, se decidió a ser precavida durante un tiempo. Los sentimientos que expresaban ante ella podían muy bien no ser los mismos que sentían en la privacidad de sus propios círculos. La corriente de opinión era, como había aprendido por el escándalo del rumor, voluble y fácilmente reversible.

Finalmente llegó a la residencia Tachibana. Se le permitió inmediatamente la entrada, a pesar de la falta de invitación. Un sirviente la condujo a los aposentos traseros de la residencia, donde Sango estaba sentada con la prima que Kagome había conocido en la excursión con las mujeres de la corte.

Tras la pantalla de sedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora