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Hanagaki no esperaba una pregunta como esa. Él pensaba que Mikey continuaba siguiendo el sueño de crear una nueva era, pero no adentrrse en algo como loque estaba frente suyo, lo cual le desconcertaba.

Tragó saliva en seco, y cuando menos vió ya tenía un arma al frente suyoque le extendía el de cabellos blancos y lacios. Mikey mantenía aquella mirada sin vida sobre él, sin decir nada más. En cambio, Takemichi se debatía en esos momentos como debía reaccionar.

Él había vuelto del futuro para salvar a Mikey, sin importar lo que pasra ese era su deseo y no tenía nada más que arriesgar; solo su propio ser, él y sólo él eran el sacrificio.

Si quería seguir a un lado de Mikey para evitar que los demás tuvieran un final triste, debía de tener agallas, por lo que con manos temblorosas sujetó el arma entre sus manos, provocando que risa infantíl saliera de Sano, mismo que se acercaba y dejaba un beso en mejilla de Hanagaki.

— Buen chico Takemicchi, sabía que tú no me traicionarías. —  Exclamó Mikey con orgullo.

Este mismo se acercó a aquellas sillas, levantando la cabeza de cada uno mientras se dirigía al de cabellos rubios.

 — Estos imbéciles creyeron que sería fácil vender información de la banda para poder ganar más dinero para ellos mismos, eso es muy egoísta ¿verdad, Takemicchi?.

Hanagaki no hizo ningún ruido. Mikey se acercó de nueva cuenta a Hanagaki, colocándose detrás de él y sujetando manos ajenas para hacer que, junto con él, sujetara el arma dirigiendo el tiro hacia uno de los castigados.

— El secreto de las armas es que debes sujetarlas bien, Takemicchi, si no las sujetas bien el rebote te puede dislocar un hombro. —  Murmuró Mikey en el oido del rubio, provocando que los nervios en Takemichi se agrandaran.

— Y-Yo... n-no puedo hacerlo, Mikey-kun.

—  ¿Hah? ¿Acaso escuché mal, Takemicchi? ¿Dijiste que no podías? —  Respondió enseguida Manjiro, y sólo con esas palabras hizo que todo el cuerpo de el rubio tuviera una especie de escalofrío.

Mikey afianzó más el agarre, colocándo el índice del chico sobre el gatillo del arma ya recargada. Enseguida apuntó al primer chico que estba en la silla, provocando que Takemicchi empezará a sentir como si el aire le faltara y las manos le temblaban sin parar.

—  Dispara, Takemicchi.

—  Y-Yo... Y-Yo... —  Tartamudeaba el rubio.

—  ¡Dispara de una maldita vez o serás tú el de la silla! —  Gritó Mikey, provocando que a Takemicchi se le llenaran los ojos de lágrimas.

Cerrando los ojos con fuerzas Takemichi disparó. Tal y como dijo Mikey, el rebote provocó dolor en su hombro. Abrió los ojos encontrándose con lo que había hecho: al sujeto con un agujero enmedio de ambas cejas.

Esa escena fue suficiente para que el rubio se soltara del agarre de Mikey, haciéndose a un lado y comenzar a vomitar sin más. Aquello le provocaba naúseas, se sentía asqueado, sucio al haber matado a un hombre a exigencias de Mikey sin saber que era lo que había sucedido.

Sujetándose las rodillas levantó el rostro, se sentía mareado, no aguantaría mucho así, y sólo pudo sentir como los brazos de Mikey lo rodeaban por la cintura, abrazándose a él y por el como lo hacía casi podía jurar que estaba sonriendo.

—  No fue tan difícil, Takemicchi. Ahora te faltan otros cuatro.

 ¿Qué había escuchado? ¿Acaso dijo Mikey que debía acabar con la vida de otras cuatro personas? Respiración agitada y, Mikey pasándole de nuevo el arma, se incorporó. Se hizo una promesa, y esa promesa era que iba a rescatar a Mikey aún por más difícil que se pusiera.

Mikey se hizo a un lado, permitiendo a Takemichi volver a su posición antes de vomitar. Con la manga de su playera se limpió los labios, inhalando profundamente fue que alzó el brazo para apuntar a la segunda víctima.

— Hazlo, Takemicchi. Quiero ir a casa. 

Hanagaki tragó saliva, ya nada podría ser peor pensaba. Apretando la mandíbula y con lágrimas recorriendo sus mejillas fue que disparó. Avanzó un paso más y disparo al siguiente, y al siguiente, y al siguiente. 

Manjiro sólo le miraba con total satisfacción, como si tuviera al frente suyo su maravillosa nueva creación. El rubio en cuanto acabó dejó caer el arma, limpiándose las lágrimas de sus ojos vista dirigió a Mikey.

—  Podemos ir a casa. —  Fue lo único que dijo. 

Burn. © (TakeMikey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora