Capitulo 11. "Efímero"

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Parte uno

A medida que retrocedían, las máquinas del color tan verde como el pantano los observaban de manera espeluznante; sus lentillas rojas hacían zoom. Calculándolos, estudiándolos. Había un tenso ambiente provocado por objetos sin vida y, que aún así, causaban un terror en quienes fijaban su vista.

La puerta de metal detrás de ellos era ferozmente atacada, como un palpitar de un corazón de metal con un ritmo alarmante, Uraraka no sabía a qué temer más; si al estruendoso alboroto chocando con el metal o las acosadores miradas de parte de los robots delante suyo. La vibración podía sentirse debajo de sus pies, zumbando peligrosamente cada más fuerte, delatando su malestar cuando temblaba inconscientemente.

Un movimiento en falso y estarían siendo atrapados. Tenía la teoría que, como no habían hecho un movimiento brusco como hicieron unos pisos arriba, estos no se alertarían de su presencia, o simplemente eran inofensivos para ellos pero, ¿Cómo podrían hacerlo si el tiempo estaba encima de ellos? Ni siquiera escuchaba la respiración de sus compañeros (o simplemente ellos sí sabían controlarse a diferencia de ella). Alertar a las bestias era como tentar a lo prohibido, tan embriagante y peligroso. Con sus brazos abiertos a lo incierto cubiertos por afrodisiaco.

¿Valía la pena intentar?

Con el sudor recorriendo su frente miro por encima, viendo que no había mucha altura pero más en medio del techo se encontraba una plataforma, bien podría hacerlos flotar y gatearían por arriba hasta llegar a la salida del otro lado, pero un solo movimiento alertaría todos y terminarían  siendo arrasados por esas pinzas de espanto.

Llamó la atención de ambos, hizo señas para darles a entender que se dejarán tocar para flotar e huir, una tarea sencilla. Mineta no opuso resistencia al contrario le indicó en que partes tocarlo. Con Bakugo solo fue un asentimiento de su parte –sorpresivamente– y dirigió sus manos lentamente hacia su hombro; el primero dió una gran bocanada de aire al tiempo que se elevaba como globo hasta arriba, hinchando sus mejillas hasta que parecía que fueran a explotar, luego el segundo hizo una maniobra al comenzar a elevarse para quedar del lado opuesto y después poniéndose de cuclillas al tocar el techo. Ochaco fue más cautelosa debido a sus manos derretidas por el nerviosismo. Tragó fuerte y cerró los ojos mientras ascendía, los ojos como la sangre se habían convertido en una pesadilla y creyó que, yendo a ciegas no sentiría el mar de orbes siguiéndola.

Y así se fueron, dando grandes zancadas para no llegar a la presencia de las máquinas, ninguno tenía intenciones de intentar algo más allá que de huir (para regañadientes de Bakugo). Fueron ignorando los zumbidos de la otra puerta, estaba a nada de estallar para dejar pasar una manada peligrosa de catastróficas vilezas sin pudor. Estaban a escasos pasos de la plataforma en la que tendrían que pasar por encima casi tocando delicadamente el frío hierro en sus palmas.

Ambos muchachos ya habían pasado por la orilla y estaban sobre en medio de esta, pero Uraraka ni siquiera había recordado la presencia de la plataforma al cerrar los ojos. Siguió el mismo ritmo que llevaba desde que empezó, dando un último paso como si le pegara a un balón antes de llegar a lo inevitable, cuando lo catastrófico sucedió.

Un golpe sordo resonó por todo el lugar, provocando un eco solitario solitario en todo el lugar, sintió como todo a su alrededor se detuviera. Un quejido salió de su boca, sorprendida mientras abría sus ojos de par en par y con el pánico naciente invadiéndola. Un alboroto comenzó desde debajo, un soplido convirtiéndose en un enjambre furioso directo para atacarlos, uno tras otro posicionaban sus extremidades en el suelo, aferrando como si de un bicho se tratase.

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