Capitulo 14. Un paseo por la oscuridad.

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Los días pasaron como lo eran habitualmente. Ese mismo día, cuando la citó para su entrenamiento a escondidas, no pudo dormir, ni los días próximos. Era demasiada la ansiedad y nerviosismo chapoteando en su pecho; creando diversas posibilidades sobre los resultados que obtendría eran muy tentadores a la imaginación, al igual que pensar que su maestro sería el propio Bakugo. Lidiar con su temperamento no era comparable a las pruebas que él pudiera darle. Tanto como sencillas hasta inquietantes.

El domingo por la noche apenas y pudo cerrar los ojos. Calculó que solo había dormido cuatro horas, unas menos a las que últimamente estaba acostumbrada a descansar. No hizo flexiones antes de dormir o levantó pesas como hacía cada noche. Solo tomo una leve merienda y se dirigió a su cuarto a dormir.

Al día siguiente despertó muy inquieta en su cama, ya con la idea de lo que le esperaba ese día. Se alistó, desayuno junto a sus amigos (Lida y Todoroki, quienes al verla de mejor humor se dispusieron comer gratamente, disfrutando de las mejillas sonrientes de la castaña) y se fueron al salón de clases. Antes de llegar al edificio, Uraraka quiso saludar al muchacho rubio, pues, una nueva complicidad nacería entre ellos. Lo veía llegar a lo lejos junto a Denki y Kirishima, charlando entre ellos y el rubio justo en medio, no parecía ser parte de la plática.

A los segundos la chica se posicionó a un lado de la puerta para darles paso. Cuando venían llegando, mantuvo sus pies firmes en el frío suelo y, más alegre que nunca saludó energética al futuro héroe.

—¡Buenos días, Bakugo-kun, Kirishima-kun, Kaminari-kun! —esperó un momento antes de abrir sus párpados, esperando el rechistar común del rubio o un indicio de saludo. Pero este paso mirándola de reojo, como si fuera extraño que ella le hablara. Kirishima y Denki por su parte, quedaron perplejos ante el saludo de la castaña. No era que no los saludara o no les digiera la palabra, solo que nunca la habían oído hablarle primero a Bakugo, menos de esa manera. Siguieron su andar detrás de él, Eijiro le sonrió y Kaminari no supo que decirle en ese momento y ella, ella se sentía quebrada.

La había ignorado. Supuso por lo que acababa de presenciar y sentir. <<No es algo raro en Bakugo-kun. Debe tener algo. Si, debe ser eso>> pensaba mientras entraba al salón.

Echó una mirada rápida al pupitre del muchacho malhumorado. No se veía algo fuera de él. Los mismos hombros caídos, los ojos rubíes mirando hacia el frente sin prestar atención a los demás mientras los que estaban alrededor de él revoloteaban en cotillas de diferentes temas, absorto. Creyó por un instante que este le estaba devolviendo la mirada por lo de hace un momento. Se enderezó en su silla, lista para ver o escuchar cualquier cosa que fuera a decirle, pero sus ánimos cayeron de nuevo cuando solo se giraba para callar a Kirishima. Los chicos alrededor de ella no importaban, solo ese rubio malhumorado que no parecía agradarle en ese momento . Dio un suspiro pesado y se dejó caer en el mesita, con su cabello apagado ocultando su palpitante desconcierto.

No presto mucho atención a las siguientes clases. Su mente ocupaba un buen de tiempo divagando por las diferentes explicaciones que podría encontrarle al estado del muchacho. Tan hosco y mal hablado, no era suficiente para convencerse de que nada pasaba. Le recordaba a su comportamiento de la prueba que realizaron la semana pasada. Finalmente, antes del almuerzo, logró hallarle forma a su mala educación; que él ya era así y no tenía por qué preocuparse de ello. Por lo que despejó su mente hasta que la campana sonó dando paso a la hora del almuerzo.

Llevaba con ella una bandeja plateada buscando lo que mejor se le ajustara a su presupuesto. No tenía mucha hambre así que eligió unas papas cocidas y mantequilla para untar. Su amigo de gafas estaba con ella esperando a que tomara elección, cuando por fin la muchacha daba sus pasos hacia él se dispuso a adelantarse para tomar asiento con Todoroki y Tsuyu, ya les estaban guardando un lugar. Ochaco se quedó a medio camino, nuevamente el oji carmín pasaba a unos metros del lado derecho de ella. Con una mano -sosteniéndola sin que todos sus dedos tocaran la charola- le saludó copiando la misma energía que tenía aquella mañana, pero esta vez fue diferente ya que ni siquiera la miró. Bajó su mano lentamente, apenada mientras sentía unos cuantos ojos observando el gesto hacia alguien inexistente aparentemente. Sus compañeros la recibieron con gestos de consuelo y preguntas sobre a quien de todos los cientos de estudiantes había saludado. Ochaco no se animó a decirles para quien era el gesto ya que no tenía importancia. Por supuesto no estaban seguros de ello.

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