Capítulo 15. Buenas intenciones.

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La vista de sus ojos era de lo peor. El dolor era incesante. Escocia en ardor y ardor, al punto en que era fácil para las lágrimas escapar aunque sus párpados lucharan para que no fuera así. Mientras se retorcía en el incómodo suelo terroso y sus ropas se hacían uno con la tierra, escuchó un levántate cara redonda, aún no terminamos.

La voz de Katsuki era extrañamente pacífica y ronca. Admitía que fue muy escalofriante que no le gritara durante la última media hora que llevaban juntos, pero que sonara tan serio y decidido a la vez sin una sola palabra fuerte en esa oración, era incómodo.

De todos modos insonorizó* ese sentimiento para concentrarse en su actitud; conoce sus técnicas de ataque y defensa, lo había observado junto con Todoroki, Lida, Tsuyu y Deku (en su punto de vista son algunos de los que más aprovechan su kosei sin una batalla cuerpo a cuerpo como ella lo utiliza. Quiere elevar los niveles de su quirk). La manera en la que Bakugo Katsuki se desenvuelve en las batallas no son muy limpias, son al puro estilo rey de las explosiones asesinas -o eso escuchó que él mismo se dijo-, cada vez que lo hace le sorprende más al apreciar que tan creativo es, agregando, cambiando o quitando lo que él quisiera. Muy creativo.

Luego de un tiempo se acostumbró, todos lo hicieron. Después de todo solo era entrenamiento, no tenía porque preocuparse de aquello. Hasta ahora.

-¡Bakugo-kun! ¡Eso fue injusto! -exclamó Ochaco con la ira y la vergüenza mezclada en su voz. Si tuviera sabor sería uno muy amargo y tan ácido que le quemaría la garganta. Se levantó del campo helado con una mano y la otra frotaba desesperadamente sus ojos para quitarse de una vez los fragmentos de tierra. Cuando sintió que uno de estos por fin podía abrirlo sin esa incómoda sensación, lo abrió lentamente para ajustar su vista nublada, a la profunda oscuridad y después enfocar al muchacho de cabello blondo. Observaba una figura a lo lejos, con las manos a los costados, ese cabello explosivo junto con esa pose llena superioridad eran inconfundibles. Estaba segura que sus salvajes ojos rubíes brillaban como un depredador nocturno. Ochaco se estremeció y dio un paso hacia atrás.

—¿Quieres empezar de nuevo? —cuestionó Bakugo con una labia de indiferencia— Creí que estabas lista.

Uraraka bufó indignada, ¿en serio iba a utilizar ese tono después de lo que hizo? Solo aumentaba el mal humor que le estaba causando. Pegó sus pies más a la tierra, como si fueran un imán; con una mano en un puño suavemente apretado, y su ojo frotándose contra el dorso de la otra le dijo:

—¿Podrías disculparte Bakugo-kun? —pronunció con una leve voz.

—No. Discúlpate tú.

Ochaco abrió los ojos tan grandes como pudo mientras fruncía sus cejas color caramelo. ¿Qué cara se ponía en esas situaciones cuando ni tú mismo entendías que estaba pasando?

—¿Ah? ¿Por qué yo? —exclamó al tiempo que deshacía el nudo en su frente.

—Por ser tan lenta —contestó él arrastrando las palabras como un saco de tierra. Notó que metía una de sus manos en su bolsillo.

Uraraka Ochaco no era una joven orgullosa, o alguien que parecía serlo. A veces era algo floja, no se dejaba llevar por el optimismo o subía sus calificaciones cuando lo necesitaba más no siempre, pero siempre se disculpaba cuando sabía que estaba mal. A excepción de esa vez. ¿Ella en que se había equivocado? Bakugo se estaba pasando — ¡Pero si no me avisaste que harías ese movimiento!

—Por lo que sé, los villanos no avisan sus movimientos a los héroes mediocres a los que se enfrentan —la muchacha quiso tragar saliva, trató, pero su garganta estaba igual de seca que un río en un día caluroso. No sabía si por la palabra mediocre se refería a ella o a la gente en general —. Estaba actuando como tal. No es mi problema que no razonaras rápidamente.

DISTANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora