C-a-t-o-r-c-e

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Capítulo catorce

Las gotas de lluvia chocaban contra las ventanas y yo seguía con el dedo algunas de ella hasta el final del recorrido. Un autobús vino a primera hora de la mañana y nos llevaron, a mí y más niños, de camino al estúpido internado. Me resistí varias veces, no quería ir. Ni siquiera fui capaz de despedirme de mis tíos. Estaba cabreada con ellos por llevarme a esta tortura. No podía creer que después de mucho tiempo intentando adaptarme, me llevaran a otro sitio. Como si fuera un perro abandonado. Sabía que era cuestión de tiempo que se terminaran cansando de mí.

Después de mucho tiempo allí metida, oliendo a sudor y otras cosas raras y dormir casi la mayoría del trayecto, llegamos a nuestro destino. Los niños se bajaron rápidamente pero yo me tomé mi tiempo, como si tardar más se hiciera menos real. Al entrar dentro, nos dividieron por orden de entrada, yo deduje que había más de 100 niños y niñas. El internado no era gran cosa, era de madera vieja y mohosa, pero a decir verdad, era bastante grande, con largos techos y grandes paredes.

Nos pusieron cada uno en filas diferente y un señor de la tercera edad se colocó en medio.

-Bien, os doy la bienvenida a el Internado. No me voy a enrollar mucho con la bienvenida así que iré diciendo ya las normas- él se aclaró la garganta- Todos los alumnos deberán asistir a todas las clases y sólo podrán faltar si hay una justificación considerable. La hora del desayuno será a las 8:30, si alguien llega tarde no podrá desayunar y se perderá las siguientes comidas. Ahora os repartirán los horarios de las comidas y de las clases. Está totalmente prohibido correr o hablar sin permiso en el pasillo. El uniforme será obligatorio y lo recambiaréis por vuestro pijama a las 10:00 de la noche. Si alguno de vosotros causa algún problema, será castigado dependiendo de la gravedad del asunto. Cada viernes, un psicólogo os evaluará y tomará nota de vuestro progreso. Y la última y la más importante, está PROHIBIDÍSIMO salir del centro o de las habitaciones, ya sea en horario de descanso. Espero que acatéis las normas y seáis responsables con vuestras acciones. Aquí no somos amigos de nadie y no tendremos piedad con ninguno.

¿Eso era una cárcel o qué?

¿En dónde me habían metido?

-Ahora los tutores de cada habitación os guiarán hasta ellas, seguidles.

Giramos en nuestro propio eje, andando con una coordinación impecable. Siempre empezando con el pie izquierdo y luego el derecho. Una vez en nuestras habitaciones, fui consciente de dónde estaba. Había un total de quince literas en fila. Solo eso. Nada más. Absolutamente nada. Puse mi mochila en una cama de abajo pero una niña la arrojó hacia el suelo. Sinceramente, no tenía ganas de pelearme con nadie, o al menos intentarlo. Me mantendré civilizada y seré invisible.

Al no querer hablar con nadie, tiré mi mochila arriba en otra litera y luego subí a ella. Todos estaban hablando desde que el tutor se fue menos yo, que estaba leyendo mi libro favorito de baloncesto.

-¿Qué estás leyendo, rubita?- me preguntó un niño algo más mayor que yo quitándome el libro.

-¿Y a ti qué te importa? ¡Dame el libro!- sin embargo, él no me hizo caso, se alejó más con el libro en la cama.

-Vaya, vaya...baloncesto, ¿eh?- me bajé de la litera. Esto no estaba saliendo como yo planeaba...

-¡Dámelo de una vez!

Ellie, the indomitable (Ellie, la indomable) Saga literaria de Stranger Things. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora