I.- Julieta, Pepa, Bruno, Félix y Agustín

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La oscuridad invadía la habitación, la única fuente de luz era aquella vela que mantenía al encanto con vida y los pasos de Alma era el ruido de aquella tarde.

—no lo entiendo, Pedro, se supone que las cosas deberían ser a mí manera —dijo Alma mientras caminaba de un lado a otro en su habitación —. Y si queremos que el encanto se mantenga fuerte, yo debo tomar las decisiones por todos, ya que son demasiado incoherentes.

Ella se encontraba molesta por que la familia se revelara ante su forma de liderar.
¿Cómo se atrevían a quitarle la razón cuando ella era quien mandaba?

—la vela podría apagarse en cualquier momento por las malas decisiones que toman por sí mismos —continuó hablando con la foto que tenía en su habitación —. Debería ser yo quien les ordenara de nuevo qué hacer y qué no hacer; con quién casarse y con quién no.

Pensó el como lograr que sus pensamientos se cumplieran. Ella quería, no, debía tener el control sobre todo y todos.

—Julieta, Pepa, Bruno, Félix y Agustín no me harán caso alguno, claro está, ellos ya son lo suficientemente independientes —murmuró para sí misma —, tal vez deba apartarlos de mi camino.

Oh, Alma, tus pensamientos egoístas te consumen.

—pero ¿Y los niños? —se preguntó —bah, estarán demasiado devastados como para revelarse en contra mía.

Hizo un ademán con su mano.

« no creo que ésta sea la forma » dijo su subconsciente.

—pero, si no lo hago, ¿Cómo mantendré fuerte a la magia? —cuestionó desafiante.

« podrías...»

—calla. ¿Y sí....? Tal vez, tal vez —rascó su barbilla —. Creo que tengo trabajo por hacer para cumplir mi cometido.

La familia Madrigal se encontraba hablando felizmente durante la cena, risas y bromas; todos reían a carcajadas, incluso comenzaba a dolerles el estómago de tanto reír. Hasta que Pepa, Julieta, Bruno, Félix y Agustín comenzaron a toser fuertemente, parando así todo el alboroto que se había formado en el lugar.

Camilo regresó a su forma original y fue a atender a sus padres, al igual que sus hermanos; Luisa e Isabela fueron con Julieta y Agustín, mientras Mirabel con Bruno.

A los cinco se les dieron palmadas en la espalda hasta que su tos cesó por completo.

—¿Seguros que están bien? —preguntó Mirabel con preocupación, acercandose a su tío para ofrecerle en una bandeja un vaso con agua.

—sí, Mirabel —dijo Bruno, tomando el vaso de la bandeja y agradeciendo con un asentimiento de cabeza para después llevarse el vaso a los labios —. Ya tenemos cincuenta años, ¿Qué tanto se puede esperar de cinco viejos sin condición?, ¿No es así?

Volvió la vista hacia sus hermanas, quienes sonrieron, al igual que Félix y Agustín.

—sí, Mirabel, ya estamos viejos. —concordó Julieta, dejando su vaso sobre la mesa.

—pero...

—sin peros, Camilo. —ordenó Pepa a su hijo, el cual calló al instante, sabiendo lo que pasaría si no lo hacía.

Los seis más jóvenes de la familia se miraron entre ellos, dudosos por la respuesta de los mayores. Finalmente, les creyeron.

—está bien. Hay que ir a dormir —dijo Luisa mientras estiraba ambos brazos y hacía sonar los huesos de su espalda.

La familia Madrigal | Encanto AU  [ ✓ ] (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora