𝙳𝚎𝚞𝚍𝚊 - 𝙷𝚊𝚓𝚒𝚖𝚎 𝙺𝚘𝚔𝚘𝚗𝚘𝚒

¿Quieres tocarme?

Sentía mi cuerpo arder, la necesidad de sacarme la ropa de encima me invadía. Tome el pequeño shot entre mis dedos y lo subí hasta mis labios para saborear el líquido.

Luego de tratarlo me levanté del suelo para caminar hasta el escritorio donde estaban los muffins que había pedido por delivery, lleve a mis labios el pequeño postre preparándome para dar una mordida, saboreé la porción intentando conservar el sabor.

El aire de la habitación se comenzaba a sentir caliente, lleve mis manos al borde de mi blusa con la intención de tirar hacia arriba y sacarla, lo único que cubría mis pechos era mi sostén, me dirigí a la cama dejandome caer de espaldas.

...

La puerta se abre dejándome ver a Koko, las comisuras de sus labios se curvaron suavemente hacia arriba, entro a la habitación con la intención de caminar hasta mi pero a solo dos pasos se detuvo, cerró la puerta con seguro y recargo su espalda contra esta.

Me levanto de la cama para caminar hacia el, la velocidad de mi respiración aumenta conforme acorto la distancia de nuestros cuerpos, una vez estoy lo suficientemente cerca de él sujeto su mano y la llevo a mi cintura, dí un pequeño paso cortando la más mínima distancia entre nosotros.

Su mano presiona mi cintura, levanto el rostro para mirarlo a los ojos, parece tener una batalla interna consigo mismo así que decido motivarlo.

—¿Quieres tocarme? —sus ojos adquieren un leve color más oscuro.

—¿Me vas a dejar hacerlo?

—Ey, pregunté primero, ¿quieres follarme?

—Quiero todo de ti.

Siento su erección presionando contra mi vientre, muevo mis caderas para crear un poco de fricción. Desabrocha mis pantalones y los baja quedando arrodillado delante de mi. Pese a ser él que está a mis pies, me hace sentir intimidada con su mirada. Coge mi pierna y tira del pantalón, repite la misma acción con la otra. Una sonrisa maliciosa se desliza por su boca y mi corazón amenaza con salirse del pecho, siento el aire caliente de su boca contra mi zona más íntima. Aspira con fuerza.

Sus dedos viajan hasta mi ropa interior donde la hace a un lado, su lengua recorre mis labios en búsqueda de mi clítoris, da con ella y tiro la cabeza hacia atrás mientras uno de sus dedos recorre mi entrada, nuevo mis caderas en búsqueda de más placer.

Su boca deja de atenderme por lo que suelto un quejido en señal de protesta. Suelta una suave risita antes de levantarse. Acomodo mi posición dispuesta a ir a ducharme, no iba a rogar para que me pusiera a gemir su nombre.

Me deja entrar al baño, ni siquiera tomo importancia en cerrarla. Bajo mis bragas y lanzo mi sostén por algún lugar, giro el grifo dejando salir el agua fría. El agua baja por mi cuerpo aliviando la sensación de calor.

Escucho la puerta cerraste por segunda vez en el día, abro lo ojos y ahí está, de nuevo, con la misma posición; recargado en la puerta con las manos a los costados y esa jodida sonrisa baja bragas.

—Si no te importa mucho, salte, quiero ducharme con tranquilidad.

Una de sus manos baja a su miembro el cual se marca bajo el pantalón, lo presiona y siento mi intimidad palpitar —Parece que mucha tranquilidad no vas a tener. —Que hijo de puta, primero me hace creer que me va a dejar con las ganas y luego viene a decirme indirectamente "vengo a follarte hasta que te duela recordarlo".

Deje de mirarlo y centre mi mirada en la pared, el sonido de su ropa callendo me hace entender que esta vez va en serio. Decido seguir ignorando sus acciones, cierro los ojos disfrutando el agua.

Su mano se posa en mi cuello con delicadeza, ejerce un poco de fuerza para pegarme contra la pared y mi respiración se hace más pesada.

—Tú y yo sabemos perfectamente lo que ambos queremos.

Su miembro erecto presiona mi espalda baja haciéndome soltar el aire que sin notar estaba aguantando.

—¿Aún funciona el implante? —mis ojos se abrieron con sorpresa ante su pregunta.

—Me lo puse hace cuatro meses, espera un momento... ¿tú cómo sabes eso?

Con su otra mano levanto una de mis piernas abriéndome para él. Comenzó a frotar su miembro entre mis labios recibiendo como respuesta leves movimientos de mis caderas.

—Metelo —solté sin pudor dejándome llevar.