Alan se revolvía en su asiento y se asomaba por la ventana trasera sin dejar de putear por el dolor y de decir que creía ver a alguien siguiéndolos; después se revolvía en su asiento otra vez, se apretaba la frente con fuerza, gemía un rato y se volvía a asomar, y así. Justi ya no estaba drogado, ahora solo estaba angustiado, cansado y, sobre todo, arrepentido de esa locura; pero también bastante seguro de que nadie los seguía.
Paró el auto en una calle contigua.
Cuando abrió la puerta trasera para ayudar a Alan a salir, éste reculó bruscamente de su asiento y se agazapó en el extremo opuesto.
-¿Dónde mierda estamos?
Justi resopló.
-En la clínica.
-Cerrá la puta puerta.
Justi intentó meterse adentro del auto y sacarlo de ahí a la fuerza, pero Alan le lanzó un par de patadas y una le dio en la mano derecha y Justi soltó un grito. Pero no se dio por vencido: logró aferrar uno de sus tobillos y tiró de él hacia fuera, pero otra patada fue a parar en su cara y casi le rompe la nariz.
-¡La reconcha tuya! -vociferó Justi, apretándose la dolorida nariz con ambas manos. Cerró de un portazo y volvió a subir al auto- ¡Te jodes vos! ¡Pedazo de pelotudo!
Se restregó toda la cara y después miró hacia atrás, a Alan. El muy idiota. Él mascullaba algo de que lo llevara con Ceferino de una puta vez. Vio la sangre sobresalir por las rendijas entre sus dedos, surcos en su cara y debajo de su mano que rodeaban su ojo izquierdo y llegaban hasta su barbilla, gotas sobre el hombro y cuello de su remera. Su amigo sería tremendo pelotudo, pero él tenía que hacer algo, no podía dejarlo así.
Sería la adrenalina que todavía lo embriagaba, o tal vez estaba perdiendo el juicio o atravesando un instante de lucidez, no estaba seguro: decidió que lo cosería él mismo. Solo necesitaría un poco de ayuda de Ceferino. Quien tuviera mejor pulso iba a tener que hacer el trabajo sucio. Parecía una locura, pero también parecía que no había muchas más opciones, fuera de dejarlo olvidado a su suerte a sufrir, infectarse y morir. No podía ser tan difícil..., ¿no? Si se quedaba quieto, claro.
Iba a necesitar algunas cosas... A esa hora las farmacias estaban cerradas, y no tenía tiempo de buscar alguna de veinticuatro horas. Además, no tenía plata, solo podía contar con la que Alan había sacado de la billetera del viejo de la construcción, pero la pareció que era poca. Y estaba a pocos metros de una clínica que contaba con todo lo que necesitaba, y más.
Se armó del poco valor que le quedaba para entrar e intentarlo. Si no encontraba la habitación de suministros o el asunto parecía complicarse demasiado..., bueno, ya se le ocurriría otra cosa.
-Ya vuelvo -dijo mientras salía.
Alan seguía quejándose y haciendo preguntas apagadas desde el interior del auto, pero Justi lo ignoró y continuó su camino.
Fue hasta la sala de espera, que era lo primero que había al cruzar el umbral, y se sentó ahí para espiar los alrededores. Era una sala bastante amplia, a un lado de un pasillo que se conectaba con otros pasillos, por donde pasaban doctores con semblantes preocupados y enfermeras con planillas bajo sus brazos.
Se quedó un minuto en la sala de espera, para no llamar la atención. Ahí había un vago durmiendo a lo largo de tres sillas, y unas seis o siete personas más, esperando. Bastantes, siendo tan entrada la madrugada. Las desgracias no suelen elegir un horario cómodo. La mayoría de los presentes mostraban claros signos de por qué estaban ahí: había un tipo con gesto de dolor que se aferraba la panza con ambos brazos, un chico jóven que no dejaba de caminar de una punta a la otra con actitud nerviosa y murmurar que ya no lo aguantaba, una señora con un par de nenes que gimoteaban y otra persona, atrás de todo, que tenía una pierna con una venda que ya no podía retener tanta sangre. Otro de los presentes también estaba vendado, éste alrededor de la frente, justo como su amigo hubiera necesitado. La urgencia lo oprimió.
ESTÁS LEYENDO
El buen amigo
General FictionEsta es una historia de amor y de odio. Justino es un joven humilde, noble y soñador que termina viviendo en las calles luego de un duro golpe de mala suerte. Desesperado, acude a un viejo amigo, quien le tiende una mano. Pero Justi no cuenta con qu...