Justi se preguntaba una y otra vez si habría entendido bien, si ella de verdad vendría y por qué su pecho parecía estar en ebullición, si apenas la conocía. Llegó temprano, apenas pasadas las ocho, para no tener que estar buscándola entre toda la gente que se juntaba más tarde, pero tuvo la suficiente sensatez como para no empezar a tomar: no quería estar borracho cuando ella llegara —si llegaba—.
Así que saludó al barman con la cabeza y le pidió algo de comer. Aprovechó mientras esperaba para observar su propio reflejo entre las manchas negras del espejo de detrás de la barra. No estaba tan mal. Hasta estaba pasable, con su nueva campera negra de gabardina. Se la acomodó un poco y fue a sentarse a una mesa y puso a comer: se pidió una picada, ahora tenía un poco de plata y la vida es una sola. Se entretuvo comiendo muy lento y disfrutando de la música; la mayoría eran temas de su gusto. Era un buen lugar. No dejaba de ser un bar de mala muerte, pero era su bar de mala muerte favorito, y los techos descascarillados, las paredes manchadas de humedad y las cerámicas rajadas del piso no iban convencerlo de lo contrario.
Alan le había deseado suerte y le había dicho que tal vez pasaba más tarde.
Comenzó a llegar más gente, entre ellos unos conocidos de él a los que miró jugar al billar, pero él no jugó, no quería distraerse demasiado y perderse de quiénes entraban. Después se puso a charlar con Simón, el barman, sin dejar de mirar la puerta con el rabillo del ojo, y acabó pidiéndose una cerveza, pero solo una.
No pudo con su ansiedad, así que salió a fumar mientras la esperaba. La buscó entre el humo y las risas de los que aún no entraban, e incluso la buscó en la oscuridad de la distancia, pero nada. Así que volvió a entrar y pidió otra cerveza, no pudiendo más con sus nervios.
El bar estaba comenzando a llenarse. Tal vez había entendido mal. ¿MN? Podía significar cualquier cosa: Mejor No. Me Niego. Malparido Narigón.
Siguió dándole vueltas al asunto, sintiéndose más idiota a cada minuto, hasta que, otra cerveza más mediante, alguien tocó su hombro.
—Hola, corazón.
Ahí estaba ella. Una dulce sonrisa adornaba su rostro. Su dulce sonrisa. Para él.
Por fin.
Justi percibió como todo el estrés de la espera y la incertidumbre se desvanecían en un instante.
Tenía el cabello de la misma manera que cuando la conoció, y los mismos labios rojos que esa noche.
El rostro de Justi se iluminó y, sin esperar más, se levantó, le rodeó la cintura con los brazos y le dio ese largo y hondo beso que incontables veces había imaginado repetir, erizándosele los vellos al sentir la tersura de su piel, la carnosidad de sus labios y su lengua masajeando la suya.
—Viniste —dijo al fin, con un centelleo en sus ojos.
Ella le dedicó una suave y relajada sonrisa.
—Y vos. Parece que mi culo es un buen mensajero —dijo traviesa, y ambos rieron—. Empezaste a tomar sin mí.
—¿Te unís? —preguntó Justi.
—Obvio.
—¿Vodka?
—Vodka.
—Entonces no te importa si vomito tus sábanas de nuevo, ¿no? —dijo Justi, con picardía.
—¿Y quién dijo que vas a llegar a mis sábanas? —preguntó ella, con una minúscula media sonrisa.
—Bueno, estás acá, así que...
—Claro, ¿no querías charlar?
—B-bueno, sí..., pero... —Bajó la mirada intentando encontrar las palabras. Ella rio por lo bajo.
ESTÁS LEYENDO
El buen amigo
General FictionEsta es una historia de amor y de odio. Justino es un joven humilde, noble y soñador que termina viviendo en las calles luego de un duro golpe de mala suerte. Desesperado, acude a un viejo amigo, quien le tiende una mano. Pero Justi no cuenta con qu...