2. Una boda accidentada

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Después de varias vueltas en la cama, Estela consiguió conciliar el sueño. Se durmió, consciente de que nunca más despertaría sola, Fluver estaría con ella cada mañana... por el resto de sus días.

Abrió los ojos, aterrada.

La alarma del celular emitió un sonido estridente en la mesita de noche. Se irguió de un brinco. La acción ocasionó que Lucas desplegara las alas en pose defensiva. Estela le acarició la cabeza para tranquilizarlo, pero de nada sirvió. El pato bajó de la cama, miró en varias direcciones, olisqueó el suelo con el pico, buscando alguna cosa sospechosa.

Estela rio por la actitud del ave, Lucas tenía complejo de can. Sintió nostalgia en ese momento, porque recordó que una vez que se casara, no podría llevarse a su pato. Lucas y Fluver no tenían una buena relación; temía que su futuro esposo pudiera lastimarlo. Él no se caracterizaba por ser un hombre paciente.

Mientras Lucas inspeccionaba el lugar, se fijó en lo grande que estaba. Todo un señor pato. Con una sonrisa, rememoró el día en que se conocieron.

En una de sus caminatas, encontró a unos perros callejeros ladrando a algo en el monte, su primera reacción fue huir. De niña, un can la había mordido y no quería repetir la experiencia, mas al escuchar un graznido desesperado, pudo ver entre la maleza a un pequeño pato. Estela se armó de valor, espantó a los perros y salvó al ave de ser el almuerzo de estos.

Desde ese momento, se formó un vínculo fuerte entre ese patito y Estela. Ella lo había rescatado de una muerte segura y él la había ayudado a superar su miedo. Lucas se volvió un especie de guardián que la seguía a todas partes, y era el único de los patos que le gustaba estar dentro de la casa.

Le dolía no poder llevárselo con ella, pero en la finca de sus padres estaría más seguro, allí tenía una vasta área verde y una fuente para refrescarse en los días de calor.

Fue hacia él y lo agarró entre sus brazos, repartió muchos besos en su cuello, demostrándole lo mucho que lo amaba. Lucas respondió agitando las alas, jubiloso.

La tierna escena fue interrumpida por un cuack y una sacudida del pato. Estela creyó que lo había apretado muy fuerte, pero al soltarlo, este fue hasta la puerta del baño y empezó a graznar.

—Lucas, quédate detrás de mí.

Agarró de su armario un zapato, el de tacón más fino y letal. De ser un desconocido, ladrón o, tal vez, asesino en serie, lo noquearía de un solo golpe. Se acercó con sigilo a la puerta. Giró el picaporte... Ni por asomo esperó aquel horror.

—¡Aaaaah! —soltó un alarido.

—¡Cuack, cuack! —parpó Lucas, huyendo por delante de ella.

En el exterior del sitio de los hechos, Estela, seguida por el pato, fue a enfrentar al criminal que, sin necesidad de investigación previa, sabía quién era.

El intenso bullicio despertó al resto de la familia.

—¡Andrés! Sal inmediatamente y limpia el desastre que dejaste en mi baño, ¡Andrés! —El golpe en la puerta se intensificó.

—¿Qué pasa, Estela?, apenas son las siete de la mañana —dijo Concha, bostezando.

—¿Qué sucede? ¿Cuál es el alboroto? —Leticia asomó la cabeza, aún adormilada—. ¡Estela, vas a romper la puerta!

—Si la rompo será culpa de él. ¡Andrés usó mi baño y lo dejó... es que no hay palabras para describir esa atrocidad! —Un color granate teñía las mejillas de Estela, y al ser blanca, pareció que se había excedido con el rubor—. ¡Es un atrevido, hay otros baños en la casa y le da por usar el mío! —Lanzó otro golpe a la puerta—. Faltan pocas horas para la boda civil, y por culpa de él estoy perdiendo tiempo valioso.

Se busca esposo © (A la venta en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora