Falta algo....

15.1K 1.3K 681
                                    

Desde siempre los dragones han sido ampliamente reconocidos por acumular todo tipo de riquezas en sus cuevas. Y ese rasgo de alguna u otra forma se les había pegado a sus descendientes, pues no existía ni un solo cambia formas de dragón que no tuviera aunque sea una colección pequeña de gemas preciosas u oro, incluso se había convertido en una cuestión de orgullo entre ellos.

Así, el futuro líder del clan dragón, Katsuki Bakugou, por supuesto que tenía la colección más grande de su clan.

Su colección casi abarcaba todo el interior de la montaña que había elegido como escondite. Si tenías la suerte de que te dejara entrar, podías encontrarte de todo: desde brillantes monedas de oro, libros de toda clase y antigüedad, artilugios extremadamente raros, a una exorbitante cantidad de gemas preciosas.

Y entre estas gemas preciosas acumuladas y resguardadas, se podían identificar una gran variedad de rubíes, topacios, zafiros, ónix, amatisas, ópalos, diamantes... en fin, podrías nombrar cualquier gema que se te ocurra y de seguro estaba en la cueva. Pero las esmeraldas eran sin duda las que más resaltaban  del resto. 

Uno se preguntaría ¿por qué esas gemas de entre todas? ¿qué tienen de especial? 

La respuesta es muy sencilla: Eran las que más habían en la cueva.

Habían tantas, que cuando el sol se colaba por las grietas e iluminaban la cueva; el brillo del oro, diamantes y rubíes quedaba opacado por el brillo de las esmeraldas, haciendo que las paredes de la cueva fueran de un tono verdoso en lugar de dorado, plateado o rojo. 

Nadie en el clan entendía el extraño interés del futuro líder en las esmeraldas, pero tampoco lo cuestionaban, pues ese gusto había aparecido desde que el rubio era apenas un infante. De hecho, unos pocos incluso habían logrado presenciar el momento exacto en el que un Katsuki de cuatro años llevaba su primera esmeralda a su cueva.

Y después de varios años más viéndolo seguir coleccionando ávidamente esas gemas, hasta se había vuelto una regla no oficial entre los miembros del clan el dejar las esmeraldas de la región para el rubio.

Sin embargo los años siguieron pasando y el rubio ya había acabado con las esmeraldas de su región, por lo que haciendo uso de su transformación, había empezado a hacer pequeños viajes a otras regiones para poder seguir añadiendo esmeraldas a su colección. 

Obviamente si en el camino se encontraba alguno que otro tesoro que le parecían que valían la pena, también se los llevaba, pero su prioridad siempre eran las verdes gemas.

Justamente ahora, Katsuki se encontraba en medio de uno de sus viajes, pues  había escuchado a un par de mercaderes hablar sobre una expedición para encontrar "la esmeralda más grande jamás encontrada":

   "— Hombre, dicen que es tan grande y pesada que ni con tres hombres sería suficiente para cargarla"

   "— Si, además de que por estar la entrada en medio del desfiladero, casi nadie se puede acercar. El hombre que la vio primero apenas pudo pasar el recado antes de caer por precipicio"

  " — Claro, por eso te hablé, necesitaremos mejor equipamiento que el que tuvo el desgraciado para ir a por ella y sacarla sin morir en el intento. Sé que tienes lo necesario y si lo logramos , alcanzará para que ambos salgamos con una jugosa ganancia ¿Qué te parece? ¿Nos ayudarás?..."

Fue parte de la conversación que escuchó, y realmente nunca se había alegrado tanto de dejarse convencer por los idiotas que llamaba amigos para ir al reino de los humanos. 

Casi nunca iba allí por los prejuicios que éstos tenían en contra de los cambiaformas, pero definitivamente toda esa información había hecho que la molestia hubiera valido la pena.

Buscando EsmeraldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora