La misión de Acuario

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Aspros había zarpado desde el puerto de Rodoria al alba. Le esperaba una travesía larga hasta encontrarse con la família acechada por los espectros. Estaba de pie, con el cuerpo apoyado sobre la barandilla de cubierta, dejando que el viento jugara con su largo cabello azul a voluntad. La caja de Pandora que celosamente guardaba a Géminis estaba descansando a sus pies, e inconscientemente se negaba a perderla de vista. Con aparente calma observaba cómo el pequeño pueblo pesquero se iba empequeñeciendo en el horizonte mientras sus sentidos se dejaban embriagar por el aroma del mar.

La amenaza de Defteros se estaba encogiendo como la tierra en el horizonte, y Aspros no pudo evitar sonreir con malícia mientras pensaba en su hermano. En su destino. Entre sus dedos jugaba lo que parecían ser los restos de un antiguo papel. Un papel con el nombre de Athena inscrito con la propia sangre de la diosa. De la reencarnación de Athena en la era que se libró la Guerra Santa contra Ares. Ese sello de protección, de contención del mal combatido lustros atrás, había sido arrancado por un alma que ya no se codeaba con la nobleza del corazón. La destrucción de ese sello sagrado se encargaría de conducir a Defteros hacia una trampa mortal, y con suerte, las manos de Aspros no tendrían que mancharse con la misma sangre que regaba sus venas, para saberse al fin, con el camino libre en su carrera hacia el más absoluto poder. Sus marionetas se encargarían de hacer el trabajo sucio por él.

En el mismo momento, en el Santuario...

Asmita estaba agotando el tiempo de su guardia nocturna a las afueras de su templo. Su rostro estaba vestido con un rictus de seriedad, más marcado de lo que en él era habitual. El acontecimiento de la muerte de las pitonisas le parecía una mala broma del destino. Y más mala espina le daba aún que fuera Aspros el que hubiera informado, preso de una supuesta indignación, del descubrimiento de semejante situación. Era evidente que el despliegue de cosmos que se había sentido al mismo momento que desaparecían las almas de las pitonisas provenía del poder de Géminis. Y para él, era más que evidente que Aspros no estaba contando toda la verdad. Pero el Patriarca no era ingenuo. Y ya hacía tiempo que estaba observando a Aspros con lupa. No porqué en un principio dudara de él, sinó porqué sinceramente estaba pensando en su candidatura para ser el próximo Patriarca del Santuario. Tenía sus dudas entre él y Sísifo, pero necesitaba confiar plenamente en la nobleza de sus candidatos, y Aspros tenía algo que no era del todo claro. Su orgullo, su desmesurada ambición...y ahora ésto. Todo resultaba muy confuso. Y lo que más le pesaba a Asmita era que Defteros estaba siendo una pieza de ajedrez en un tablero que no era ni consciente que existía.

Los pasos del Caballero de Acuario acercándose a él lo sacaron de sus pensamientos.

- Buenos días, Asmita - dijo Dégel, con su suave acento francés.- Permiso para cruzar tu casa.

- Buenos días, Dégel. Siéntete libre de hacerlo.- respondió Asmita sin abandonar su seriedad.

Dégel prosiguió en su elegante avance, pero obedeciendo a un inusual impulso en él, se detuvo al lado de Asmita. Con parsimonia se quitó sus curiosas gafas y limpió los cristales con la esquina de su blanca capa. Asmita guardaba silencio, expectante de saber qué quería Acuario. Dégel comprobó la limpieza de los cristales, alzando las gafas hacia el naciente día, volviendo a frotar la esquina de su capa una vez más contra uno de los cristales antes de colocárselas de nuevo.

- Últimamente están aconteciendo hechos muy extraños en el Santuario.- dijo con ese acento francés tan suyo.

- Cierto.

- El Patriarca me ha encomendado la investigación del asesinato de las pitonisas. Aspros lo reclamó fervientemente para él, pero Sage le ha enviado a otra misión. Parece que no se lo tomó muy bien.

- Es posible.

El tono de la voz de Asmita era plano. Sus respuestas, escuetas.

- Aspros me desconcierta. A veces percibo su cosmos poderoso, amable, puro. En cambio, otras veces lo percibo lleno de ambición y hostilidad.- dicho ésto se volvió hacia Asmita, observando su delicado perfil detenidamente.- Hace pocos días tuviste un roce con él, ¿cierto?.

Sueños tras el metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora