Al fin libre

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La etérea presencia de Asmita, surgida de los rastros de su cosmos vertido sobre la armadura de Tenma, hizo que el corazón de Defteros se desbocara en un momento. No deseaba que la alegría de volver a verle le condujera a crearse falsas ilusiones. Sueños imposibles. Asmita había muerto. Y con él, otra pequeña porción de lo que le quedaba de corazón.

Defteros permaneció en silencio, observando con añoranza la figura de su amigo posada a su lado, con la mirada dirigida al infinito. Asmita tenía los ojos abiertos, y su clarísimo azul parecía haber cobrado vida, irónicamente, con la llegada de la muerte. Defteros seguía perdido en su visión, mudo, tratando de convencerse que esa escena no podía ser real. Que era una macabra broma de su imaginación manipulada por la soledad.

Al ver que Defteros no era capaz de articular palabra, Asmita prosiguió.

- La luna está casi llena...es realmente hermosa...

Defteros se tragó el nudo que amenazaba con atar su garganta, y rompió su silencio bruscamente. Hablándole como si Asmita fuera palpable. Como si no hubieran transcurrido las últimas semanas. Como si la guerra fuera todavía un porvenir.

- Entregaste tu sangre a la armadura del muchacho...- su voz sonó como un susurro apenas audible.

- Hice lo que debía en ese momento. Además, allí donde me dirigía no me iba a ser útil nunca más.- Asmita lucía sereno, impasible.

Palabras cargadas de realidad. Palabras que se llevaron de un plumazo todas las falsas ilusiones que Defteros había deseado creer.

- Y veo que tú le has ofrecido algunas enseñanzas...- continuó, buscando con su dulce mirada a Defteros. Consiguiendo que su amigo desviara la propia, preso por una repentina e inexplicable timidez.- Aunque lo tuyo no es precisamente la enseñanza...- continuó, con tono divertido.

Defteros arrugó el ceño, intentando disimular la frustración que le producía el saberse descubierto haciendo uso de sus descuidados modales. El nudo que insistía en ahogar su voz se negaba a desaparecer, y los esfuerzos que debía hacer para que sus palabras no se notaran tomadas por la emoción eran descomunales.

- Soy el ogro de la Isla Kanon...no podías pretender que le recibiera entre algodones.

Asmita no pudo evitar soltar una risilla de comprensión frente a esa justificación.

- Tienes razón...un demonio debe hacer honor a su nombre.

Su silencio cómplice volvió a cernirse sobre ellos, pero Asmita no tardó mucho en romperlo de nuevo.

- Le envidias por la naturalidad con la que se enfrenta al mundo, ¿me equivoco?- Defteros únicamente ladeó su rostro, escondiéndolo tras sus mechones desgreñados, frunciendo más su ceño. Ofreciendo su silencio como respuesta.- Defteros...tú puedes aplastar las galaxias a tu voluntad, dominas las dimensiones espaciales mejor que nadie en el mundo...no desperdícies tu poder anclándote en esta isla.

- ¿Has venido hasta aquí sólo para sermonearme?- replicó Defteros, armándose de valor para encontrarse con los ojos de Asmita. Ésos en los que tantas veces había deseado verse reflejado. Ésos donde solamente había hallado oscuridad.

- He venido para recordarte que tú aún puedes ofrecer tu poder en una lucha que para mí ya ha terminado. Considéralo, si quieres, un favor que te pide un viejo amigo.

La sonrisa que adornaba el rostro de Asmita era serena, dulce. Tranquila. Defteros tenía la mandíbula apretada. El ligero movimiento de esos pequeños músculos en su rostro delataban la presión a la que la tenía sometida.

- Ya sabes...que ésta no es mi guerra.- sentenció con frialdad.

- Lo será...llegará un momento en que lo será.

Sueños tras el metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora