Capítulo 2

29 3 0
                                    

El viaje se hizo eterno, al llegar mi tía esperaba por mí en uno de los bancos del aeropuerto, cuando me vio me dejó saber lo delgada que estaba, mi tía es así de expresiva. De camino a casa pegué mi rostro al cristal del auto y me sumergí en mis pensamientos, pensaba en cómo sería mi vida ahora lejos de todo y sin conocer a nadie más, no soy muy sociable que digamos, se que se me hará muy difícil conocer personas y creo que es mejor así, no quiero que nadie rompa el muro que construí para estar a salvo.

—Farah ya llegamos!

Salí de mis pensamientos y visualicé una casa muy waooo, un poco más grande que la mía y con un jardín hermoso, me gusta lo que veo.
Bajamos mis maletas y decidimos entrar, la casa por dentro era muy acogedora y tenía olor a hogar.

—Tía y tú hija?

—Ahh tu prima está en una excursión ha de venir mañana.

Siip tengo una prima, no se como nos llevaremos espero que bien y que ella respete mi espacio, de verdad no quiero a nadie en mi vida que no sea Rosse.
Subí a mi cuarto y me encantó como era, una cama gigante más grande que la mía un closet y una ventana de cristal con vista a la piscina, pero no era mi casa, quería estar en mi casa.
Dejé mis maletas en una esquina y me tiré en la cama mirando el techo y segundo después caí en brazos de morfeo.

—Farah Callaghan!

tía entró como una demente llamándome hasta por mi apellido desperté de golpe.

—niña no piensas levantarte hoy, duchate que es hora de cenar.

Hora de cenar si que tenia sueño ¡oh Dios!
Me di una ducha y bajé a cenar, en realidad no tenía hambre sólo quería desaparecer, cuando bajé solo estábamos ella, la señora de servicio y yo. Se que tía tenía esposo, pero aún no lo conocía, ya que ella viajaba poco a mi casa y cuando lo hacía iba sola.
En la mesa había una rica pasta, pero a mi no me apetecía nada, empecé a jugar con mi tenedor y mi plato hasta que tía se dió cuenta cuán desanimada estaba.

—Farah tienes que comer algo, no te hace bien seguir así.

—Lo sé!

Dejé todo en la mesa y subí a mi cuarto y me encerré a llorar.
¡Nada valía la pena ya! Todo dejó de tener sentido.
Lloré tanto hasta que mi garganta ardió y mis lágrimas se agotaron.

Encuentrame! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora