VI

175 24 23
                                    

Sollozo sola en su habitación. Tan luminosa y suave, llena de oro y caras abstractas de las antiguas diosas, sus predecesoras, todas las transformaciones que había tenido a lo largo de todas sus vidas. Era algo simple que todos sabían, las diosas vivían mucho cientos de años, morían cuando su tiempo se terminaba y luego renaciendo como una deidad diferente con más poder y juventud. Ella no era la excepción, la diosa de la fertilidad miraba por la ventana con aires de tristeza y sintiendo su divina existencia miserable y vacía.

¿Qué de bueno había con ser venerada ciegamente cuando todo era una mentira? Las promesas, los cantos, la magia, la farsa dorada. Era un pájaro en una jaula de oro de la que no podía escapar por más que lo deseara, si moría iba a volver como una diosa diferente. Lluvia, luna, sol, tierra...siendo hombre o mujer iba a regresa y su alma no iba a conseguir un descanso digno de todas las cosas que había hecho (suponía).

—Mi lady elizabeth—se limpio rápidamente las lágrimas dejando que el viento secara los restos en sus mejillas, acomodo su vestido blanco, la magia en el ambiente enbellecio las suaves plumas de sus alas y para cuando se dio la vuelta con una expresión frívola e indiferente, otra diosa se encontraba con su puerta abierta—Espero no molestarla—

—Descuida jelamet—suspiro con alivio y quito su fingida indiferencia con un suave aleteo de sus alas. Tan hermosa y radiante como la luz más pura, pero también como la más desastrosa que quema los ojos y desintegra el alma. Su mejor amiga suspiro al reconocer el significado de sus ojos rojos y cerró la puerta detrás de ella para pasar a la enorme habitación. Ignoro cada cara divina por la que pasaba y permitió que sus tacones hicieran eco en cada uno de sus pasos. Ni el cielo azul ni las blancas nubes eran tan hermosas como elizabeth. La tomó de los hombros con una sonrisita.

—¿Otra vez agobiada de lo mismo? —

—¡Es que no puedo evitarlo! —gritó exasperada—Todo esto es estúpido jelamet, somos las diosas que debemos proteger a los humanos y aun así dejamos que se maten entre ellos—terminó con rencor cruzandose de brazos e impidiendo que sus lágrimas salieran de sus ojos.

—No podemos interferir en conflictos humanos, lo sabes tontita—añadió con afecto hacia la joven diosa que sólo soltó un alarido de frustración. Claro que podían, ellas tenían el poder de hacerlo y aún así no lo hacían y todo gracias a la perra de su gobernante. Estaba mal y era impuro de su parte expresarse de esa forma, pero odiaba ser un títere que controla a muchos títeres más.

—Por favor comprende, somos capaces de darles todo para vivir y solo pedimos a cambio su humilde devoción. ¿Es tan difícil ayudarlos? —calmo sus humos intentando hacer razonar a su mejor amiga. Contrario a lo que esperaba, la de cabellos azules sólo rodó los ojos dándole media vuelta para que quede de espaldas a ella y empezó a ayudarle a acomodar su vestido.

—Tú comprende elizabeth, ve el mundo, todo esto es nuestro—su carácter vanidoso salió a la luz durante algunos segundos—Somos más que los humanos, somos diosas, no debemos mezclarnos con seres inferiores a nosotros—luego acarició sus cabellos platas y la hizo erguirse para quedar derecha. No pudo ver como esos ojos azules perdían el brillo de la vida a la que no quería aferrarse más—¿Lo ves? Tu eres hermosa y poderosa, ellos solo son borregos que nosotras debemos de arrear—luego se dio media vuelta chocando sus alas, cosa que la hizo reír un poco como si lo que acababa de devir no fuera algo grotesco y permitió que el mismo sonido de eco se escuchara de regreso. Luego salió de ahí sin dejar su sonrisa convencida de lado dejando a la diosa de la fertilidad a solas.

Solo pasaron cinco segundos cuando ella finalmente se derrumbó en el suelo respirando fuerte como su hubiera hecho mucho ejercicio y sus ojos zarcos se llenaron de ahí salada. ¿Cómo es que su amiga podía pensar tal cosa? ¿Seres superiores? ¿Siquiera existía tal cosa? ¿Quién les aseguraba que ellas en verdad eran esos seres supremos? ¿Y si existía un ser aún más grande y poderosos que era el que las creaba a ellas y ellas eran sus borregos a los que tenían que arrear?. No lo pudo soportar más, el viento helado voló sus cabellos y la opresión en su pecho le pedía ser sacada, cerró sus hermosos ojos empezando a llorar soltando sollozos fuertes y ruidosos sin importarle que alguien los escuchara y cubrió su cara con pesadez.

Belle 🌹(PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora