VIII

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—Bien, aquí estamos—la cansada albina miro expectante hacia la enorme puerta, parpadeo dos veces confusa de porque la había llevado ahí y contuvo el aire cuando las manos del demonio se acercaron a la perilla. La abrió un poco y estaba por asomarse cuando cerró la puerta repentinamente y volteo a verla, la emoción en esos ojos oscuros la confundieron aún más. Se había acostumbrado a ver como cada vez se le veía más suelto y menos tenso aunque aún era algo raro que decidiera mostrar sus sentimientos tan abiertamente como en ese momento—Espera, primero cierra los ojos—

—¿Disculpa? —se cruzó de brazos con la curiosidad carcomiendo dentro de ella. ¿Qué era tan impresionante como para hacer sus ojos brillar y pedirle que cerrara los suyos? Tuvo que morder su labio cuando él demonio soltó un pequeña risita infantil.

—Anda, es una sorpresa—aún dudosa por su interés tan grande cerró sus ojos lentamente apretandolos para evitar ver. Meliodas movió sus manos sobre sus ojos para asegurarse de que ella no viera, al no ver reacción alguna en la hermosa mujer se dio media vuelta, abrió las puertas de aquel lugar con un chirrido y tomó las manos de la mujer entre las suyas. La albina jadeo al sentir sus pieles tocandose, eran suaves y frías, le causaron un escalofrío en la espalda y una sensación extraña en su estómago, sus dedos se entrelazaron con suavidad dándole un apretón a sus manos que tiñó sus mejillas de un adorable color rosado.

Tuvo que olvidarse de la extraña y placentera acción cuando empezó a ser jalada hacia el interior del establecimiento con delicadeza, la mayor delicadeza con la que había sido tocada nunca. Acariciaba los nudillos de su mano con sus pulgares para calmarla sin saber que sólo la estaba alterando más y más. Nunca la había tocado así, tal vez solo un lindo roce con el que se reían nerviosos por el acercamiento tan íntimo y ahora la acariciaba así. Su labio inferior temblaba como si tuviera un frío imaginario. El aire era algo húmedo ahí adentro, el piso rechinaba con cada paso que ambos daban y la negrura sobre sus párpados le indicaba que era un lugar poco iluminado.

Aún así siguió adelante confiando, literalmente, ciegamente en aquel demonio. Escucho su risilla otra vez al mismo tiempo en el que la soltaba se las manos dejándola con un vacío en su pecho, le hubiera gustado que agarrara sus manos eternamente.

—Aún no los abras ¿eh? —

—Esta bien—sonrió sin poder evitarlo. Escucho los sonidos de sus zapatos corriendo hacia algún lugar alejado, luego escucho que arrastraba algo con fuerza y a la par la luz se reflejo en sus párpados.

—Muy bien, ábrelos ya—lo hizo lentamente parpadeando para acostumbrarse a la luz repentina que caló sus orbes azules. Lo miró sonreírle cerca de una enorme ventana de cristal que iluminaba todo y cuando sus ojos finalmente lo vieron todo, tuvo que contener las ganas de gritar. Eran más libros que los que había visto nunca en su vida, llenaban las enormes estanterías que llegaban hasta el techo mismo. Decoradas con olanes tallados y oro en los bordes. El techo tenía pinturas algo desgastadas por el paso del tiempo en la que sólo pequeñas calaveras artísticas de lo que en su momento fue una obra de arte quedaban.

Lo mejor de todo es que había una escalera que la hacía subir hasta otra parte alta de la biblioteca con aun más libros. Sintió sus ojos cansados aguadarse con las lágrimas amenazando con salir desbordadas como cataratas. Cubrió con sus manos su nariz y boca y lo miró.

—Quería hacer algo por ti—sus palabras salieron con algo de humo por lo frío que estaba el lugar, al notar esto se sintió algo tonto y quiso dejar de hablar, sin embargo la mirada brillante de la de ojos diferentes lo alentó a continuar—Es lo justo, tú has hecho coas por mí y he visto y escuchado lo cansada que te encuentras—el corazón de la albina se agitó contra su pecho—La otra vez dijiste que te gustaba leer y que te ayudaban a descansar—

Belle 🌹(PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora