Creo que lloré tanto que podría haber superado el agua de un río. La emoción de haber terminado de grabar la película —¡mí película!— no me la saca nadie. Sobre todo, teniendo en cuenta que, quizás, el final feliz que le di a esta historia también podría ser el mío.
—Bueno, Marisa, no te olvides de que esta noche vamos a cenar para festejar que terminamos la filmación —dice David a mi lado—. Podés ir con tu amigo.
—¡Muchas gracias! —exclamo. Estoy tan feliz que hasta me olvidé que lo odio, incluso olvidé el rencor que le tengo a Alejandro, y lo abrazo fuerte.
Eduardo se acerca a mí con una ceja arqueada y me da una palmada en la espalda.
—Es hora de hablarle de su inminente pobreza —murmura en mi oído.
Cierto, tengo que chantajearlo con que sé que sus padres no tienen un peso, para que me ayude a impedir la boda de Abel. Cuando noto que Roxana se va, vuelvo a acercarme al rubio. Aún no le dije nada, ni le demostré, que sé que me robó los papeles, espero tomarlo por sorpresa.
—Preciosa, ¿qué pasa? —me pregunta al notar que me acerco a él—. ¿Ya te contó Roxanita?
Mierda, ya lo sabe. Suelta una carcajada al ver mi expresión y suspira encogiéndose de hombros.
—Perdón por robarte, te lo debería haber dicho, pero es que intenté apropiarme de los derechos de una buena manera, ofreciéndome a ayudarte en el guion, pero no quisiste. De todos modos, esa maldita me sacó los papeles antes de que le hiciera una copia. —Se me queda mirando y arquea las cejas—. ¿No vas a decir nada?
—La verdad... no sé qué decirte. Me siento decepcionada; aunque lo debería haber supuesto de alguien como vos —contesto.
—¿De alguien como yo? —repite. Hago un sonido afirmativo.
—El típico al que no le importa nada más que sí mismo, sos un egoísta.
—¡Te di placer! —exclama. Suelto una carcajada sarcástica.
—¡Y después hablaste de mi ex! —replico. Él bufa y tira su cabello hacia atrás. Mi amigo se acerca a nosotros para acallar nuestros gritos y se cruza de brazos mirando a Alejandro con mala cara.
—Mirá, chiquito —comienza a decir—, lastimaste a mi amiga. Y si no querés quedarte pobre y comiendo sobras de restaurante, te tengo una propuesta muy jugosa, no vas a poder negarte.
—Te escucho.
—Mañana vas a tener que interrumpir la boda de Roxana y Abel —expresamos los dos a la vez. El actor nos mira como si estuviéramos locos.
—¡Ni loco! Prefiero ser pobre, no voy a hacerle un favor a ustedes, ¿qué recibo yo a cambio? —interroga.
—Cinco mil dólares —contesta Eduardo con seriedad. Me atraganto con mi propia saliva.
—Es poco —manifiesta Alejandro. Esta vez nosotros somos los que lo miramos como si estuviera mal de la cabeza.
—Mejor dámelos a mí y yo me opongo —comento. Él se ríe y asiente con la cabeza.
—Verdad, mejor ni me gasto en dárselos a este tipo, se nota que el egoísmo está demasiado dentro de él y ni aunque lo rescatemos de ese pozo profundo va a fijarse en los demás —agrega mi amigo suspirando con pesadez—. Bueno, amiguito, quizás en unos años te vuelva a ver pidiendo limosnas...
Comenzamos a salir del estudio, aunque me cuesta bastante. Todavía están desarmando la escenografía y mis ganas de llorar vuelven. Esta va a ser la última vez que vea esto, quizás nunca más voy a poder participar en películas. Si mi historia no tiene éxito, es poco probable que vuelvan a elegir alguno de mis guiones.
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La boda de mi ex
Literatura FemininaMarisa debe regresar a la ciudad tras nueve años de haberse alejado debido a la infidelidad de su amado. Pensando que lo había superado, su reencuentro le deja en claro que aún siente cosas por él y el enterarse de que está a punto de casarse con la...