Despierto enredada entre las sábanas y las piernas de Alejandro. Su brazo derecho rodea mi cintura, lo que me inmoviliza bastante, y teniendo en cuenta que la cama es de una plaza, su cuerpo está tan pegado al mío que pareciera que nos vamos a convertir una sola persona.
Me dan escalofríos de solo pensarlo. De todos modos, el hecho de que me duela todo no es solo por la posición incómoda en la que tuve que dormir, sino que el nene de verdad se esmeró en seguir enseñándome cosas y yo no podía quejarme, debo admitir que me cerró la boca.
Trato de despegarme de él con lentitud, debe tener el sueño bastante pesado, ya que ni siquiera se inmuta cuando ruedo hasta el piso y hago un ruido terrible. Chasqueo la lengua y busco algo de ropa para ponerme.
Me encierro en el baño con el teléfono en la mano y llamo a Eduardo. No estoy arrepentida de haberme acostado con Alejandro, porque la pasé bien, pero no creo que pueda volver a repetirlo. Necesito uno de los malos consejos de mi mejor amigo.
—¿¡Quién demonios se atreve a llamarme un domingo a las ocho de la mañana!? —interroga a modo de saludo desde el otro lado de la línea con tono muy somnoliento. Hago una mueca de culpa.
—Yo sé la manera de despertarte rápido, como si fuera un baldazo de agua helada —contesto. Escucho que se mueve en la cama y espera a que siga hablando—. En este momento, el nene está en mi cama.
—¿Acaso se desmayó o algo? —cuestiona divertido. Hago una mueca burlona y sonrío.
—Está desnudo.
—¿¡Y qué estás haciendo hablándome en vez de estar ocupada con él, Marisa!?
—Para tu información, bastante ocupada estuve anoche —replico mordiéndome el labio, recordando todo lo que hicimos entre besos y risas. Maldito nene de ojos verdes. Mi amigo hace un sonido de sorpresa y bufa.
—¡Colágeno puro, bebé! —grita, pero luego escucho un chistido—. Es que Maru tuvo una maratón de sexo...
—¿Le estás contando a Milo? —lo interrumpo abriendo los ojos de par en par. Suelta una carcajada—. No le digas a nadie más, por favor, te conozco.
—¿Pensás que soy el chismoso del barrio, Marisa? ¡Me ofendés! —Chasquea la lengua—. Te tengo que dejar, más te vale que sigas disfrutando de ese bombón y no te arrepientas. No vale arrepentirse, ¿me escuchaste?
—Sí, sí, no estoy arrepentida —respondo intentando sonar convencida, sé que no me cree aunque esta vez estoy siendo sincera—. Después te cuento cómo sigue yendo todo, besos, te extraño.
Tras las breves palabras de despedida, termino la llamada. Cierro la puerta con llave, porque conociendo al actor es capaz de meterse y creo que no estoy apta para tener relaciones en la ducha, al menos, no con él. Bufo y niego con la cabeza, creo que necesito que alguien me dé unas buenas cachetadas y me haga recapacitar.
No debería estar negándome a seguir teniendo sexo, es solo que en mi cabeza ronda la cita que tengo que Abel en el hotel dentro de un par de días y el hecho de pensar en que puedo llegar a hacer algo con él justo después de estar con Alejandro es un poco extraño. Golpeo mi frente contra el azulejo frío y blanco de la ducha mientras dejo que el agua caiga sobre mi cuerpo. Ni siquiera tengo que estar pensando en Abel, ¿qué está mal conmigo? Voy a tener que ir a un psicólogo, o mejor que me internen en un loquero. Nadie en su sano juicio estaría pensando en su ex después de haber tenido una muy buena noche de sexo.
Intento relajarme bajo el agua, pero me apuro porque en cualquier momento se puede acabar y otra vez voy a tener que pasar vergüenza con el pelo enjabonado. Tras unos diez minutos, salgo de la ducha y me visto con apenas un vestido ligero y simple. Es domingo y no pienso ir a ningún lado, es mi día de poca interacción social. Necesito concentrarme leyendo o viendo películas para continuar con un guión que dejé a medio terminar.
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La boda de mi ex
Romanzi rosa / ChickLitMarisa debe regresar a la ciudad tras nueve años de haberse alejado debido a la infidelidad de su amado. Pensando que lo había superado, su reencuentro le deja en claro que aún siente cosas por él y el enterarse de que está a punto de casarse con la...