Inspiración {CamiloxMariano}

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Habían pasado unas semanas desde que Alma volvió a dirigirle la palabra a su familia y cuando lo hacía era solo para indicarles que tareas debían hacer para luego ir y encerrarse en su cuarto, saliendo solo cuando ella lo requería.

Los trillizos trataban de calmar al pueblo sobre el estado en el que e encontraba la matriarca, en especial le hacían más caso Julieta, quien era la única que más se acercaba y entablaba conversaciones con su madre.

- ¿La abuela no bajará otra vez?. - preguntó Isabela sentándose al lado de Dolores que mantenía su oreja alzada.

- Balbucea indecisa. - hizo su sonido característico y siguio comiendo.

- No hay que presionarla, esta tomándose su tiempo. - habló Julieta siendo la última en sentarse.

- Se lo está tomando demasiado. - comentó Pepa mientras aquella nube se hacía más gris.

- ¿Ya sabes cuando será la boda?

- Hace unos días lo decidió.

Todos los familiares posaron su mirada sobre Dolores esperando una respuesta.

- 3 semanas. - dijo finalmente de forma tranquila.

Pero por dentro estaba nerviosa, asustada y triste.

No sabia como le haría para impedir la boda.

Mariano y Camilo cada día se enamoraban más, ella también empezaba a finalmente descubrir que era lo que sentía por Andrés.

Su vida se estaba volviendo más agobiante que antes pero aún así estaba llegando cosas buenas que la ayudaban a seguir.

- Todos sabemos que mi prima no quiere casarse. Deberíamos convencer a la abuela de no hacer la boda y todos estaríamos bien. - dijo la de gafas mirando de forma sutil a Camilo.

El castaño sonrió levemente mientras comía
Iba a verse con Mariano en el lago en la noche, después de varios días finalmente se encontraría con el Guzmán.

Solto un suspiro al recordar el poema que su amado le había dedicado junto con aquella nota en la que le pedía al castaño encontrarse.

Félix miró a su hijo y le dio un leve codazo devolviendolo a la realidad pues, Alma estaba parada en la puerta del comedor.

- ¡Mamá!. - gritaron los trillizos levantándose de golpe de sus asientos.

- ¿Hay un asiento para mi?.

- Claro que si. - respondió Julieta llendo hasta la mayor llevándola a su respectivo asiento. - Iré a prepararte algo, debes estar muy hambrienta.

- Solo quiero algo ligero y un poco de agua.

Bruno toma la barra de agua y le sirvió un vaso torpemente.

- Ten mamá.

-Gracias Brunito.

El de ruana verde sonrió.

- ¿Ya no estás enferma abuela?

- Ya no toñito, ahora estoy mejor y feliz de haber bajado a comer con mi familia otra vez.

La familia se miro entre sí, las palabras de la mayor se escucharon muy sinceras.

Mirabel soltó un suspiro, al final sabía que su abuela quería a su familia, estaba equivocada debido a su enojo sobre pensar que ella no lo hacía.