Cuando te Conocí - Avalance

¡Hey!

Día 21.

Para cuando logré abrir mis ojos el sol entraba por las ventanas en una gran magnitud, era tarde y salí corriendo a buscar a las guía, estaban en la plataforma del lugar y de las cosas que me hubieran gustado menos hacer cantar era una, eran grupos, unas cantaban y otras bailaban, me senté al lado de Zari a observar como se presentaban los grupos.

-Si no te sabes la coreografía tienes que cantar- sonrió –Las cuatro sabemos la coreo, tú canta- palmeo mi hombro y luego se levantó -¡Vamos nosotras!- gritó.

Sin saber bien que hacer cuando subí a la plataforma con mis shorts de dormir y mi sudadera negra, con el pelo suelto y el gorrito de felpa rosa encima todos me miraron, por la izquierda subió Sara que no me miró y se puso atrás de mí.

-¿Qué se supone que cante?- la miré y ella no respondió.

-Lo que sea, empieza- soltó Zari casi en grupo.

De esas canciones de radio elegí la más movida, ni siquiera recuerdo cual, solo sé que las chicas bailan a mis espaldas mientras me temblaba hasta la última parte del cuerpo. Mi voz se escuchaba bien, o al menos eso dijo una de las guías después que bajé y me hice pequeña sentada en mi silla, Zari y Astra se encargaron de hacer gracioso el asunto mientras Spooner me tomaba de la mano y reía.

-¿Dónde está Sara?- fue lo primero que dije y las chicas apuntaron al otro lado del lugar.

-Amaneció extraña, dijo que no pudo dormir y que estaba cansada- respondió Astra en tono preocupada.

La miré y cuando hicimos contacto visual le sonreí pero ella apartó la vista y se encaminó bosque adentro, no quise seguirla y tenía el extraño presentimiento de que el problema era conmigo.

Tras esa presentación creamos un par de coreografías cortas de 30 ó 40 segundos, las presentamos el resto de la tarde y aunque si fue gracioso, fue incomodo, era la primera actividad en la que Sara no disfrutaba; para la hora de la cena todas nos fuimos a duchar y a arreglar, el frío no era tanto y me puse un corto vestido rojo con sandalias y un abrigo blanco, mi cabello en una cola alta y caminé junto a Zari, que me la topé en el camino, estaba feliz por los bailes aprendidos y porque al fin había llegado la hora de cenar.

-¿No te parece que han sido 21 días demasiado veloces?- sonrió –Porque yo sí.

-Sí, y muy graciosos- la miré sonriendo.

-Ojalá puedas venir en verano, es más gracioso y lindo, además puedes vestirte sin abrigos- dijo sonriendo y me abrazó –Me agradas, Astra es un poco rara y Spooner se enamora de medio mundo, ya sé que te besó y agradezco que no hayas aceptado ser su novia, está loca- nos quedamos viendo y ambas reímos.

A lo lejos Sara nos daba la espalda y de repente la perdimos de vista cuando entró al comedor. Cuando yo estaba empezando a comer, Sara se levantó y me fue imposible ignorarle el comportamiento, tomé una manzana y la seguí.

-¡Hey!- la llamé -¡Sara!- dije casi en grito y corriendo –Sara, espera- la volví a llamar.

-Ava- se volteo y me miró, sus ojos eran de suplica y estaban un poco rojos –Ya, déjame, no quiero hablar de lo de ayer, ni quiero ilusionarte, no sé que fue lo que me pasó, yo no soy así- y empezó a llorar.

-No, tranquila- me acerqué y la abracé.

-No quiero que me abraces o que me dirijas la palabra, no quiero confundirme más, no quiero besarte más- dicho eso se apartó.

La solté, me aparté y me acomodé mi abrigo, asentí y le sonreí con los labios apretados, ella me miró y cuando me voltee sobre mis talones, dos lagrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas, pero me di media vuelta y hablé.

-Perdón- ella no me dijo nada pero me miró, ella no lloraba mientras que yo estaba con mis mejillas empapadas, solo asintió y eso me fue suficiente para empezar a caminar hasta mi cabaña, tras cerrar la puerta a mi espalda, subí a mi litera y me abracé a la almohada, si el mar hubiera sido creado por lagrimas, yo pude haber creado uno esa noche.