Poesía erótica

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He de decir que los besos correctos borran de la cara del autocontrol, la sonrisa de suficiencia y lo ponen a temblar.
Yo, siempre con miedo a lo nuevo y, sin embargo, buscándolo con cada bocanada de aire que inhalo. ¿Conscientemente? Realmente no lo sé; creo que nadie elige lo que le hace sentir vivo. En realidad es un concepto bastante simple, o te pone los pelos de punta o no, sólo eso; y siento pena por aquellos que llevan su vida sin saber lo que es sentir la electricidad correr por los poros...
Yo, cual blanco papiro en manos de un escribano en el Antiguo Egipto. Yo, como Cleopatra, sintiéndome como una reina. Yo, escritora, que no sabía que sin papel y lápiz también se podía hacer poesía...
No recuerdo como, quizá no sepa por qué, pero si me preguntaran ahora sobre mi gusto por la literatura, tendría que limitar mis palabras a los libros y no irme más allá, a la poesía que he descubierto...
Arte; puro arte ese: de besar despacio, de escribir lento, de bajar... la guardia, de comerse a besos los temores, y apagar la luz para ver mejor las estrellas.
Es de composición avanzada lo de escribir sobre cuerpos desnudos, sobre siluestas a media luz, sobre escalofríos que cuentan las vértebras de la columna, sobre respiraciones que suben de tono. Y pasa a ser de principiantes el tantear las palabras con impericia y el abdomen con labios temblorosos.
Descendiendo por su piel... Entre vergüenza, sonrojos y placer. Sin saber a dónde mirar, sin saber cómo sentir más allá... Descendiendo por mi piel...
Formando figuras un tanto desconocidas, vistas en la teoria pero totalmente inexistentes en la práctica. Como esculturas de dioses griegos, esculpidas a golpe de vida, y, de vez en cuando, perladas con alguna gota de sudor.
Sin más deseo que amar, sin más misión que hacer vibrar, sin más que dar que quedarse sin nada...
Enredada entre el olor de su pelo, descubriendo su rostro bajo el mío, inspeccionando su espalda con mis uñas y su abdomen con mis besos. Sientiendo sus manos en el pecho, en el muslo, en la cara... ¿dónde estaban sus manos? Me volvían loca estando más cuerda que nunca, sin haber estado más segura de lo que quería en toda mi vida...
Cuatro paredes.
Tres cuerpos.
Dos alas.
Un sentimiento.
Sus besos en mi barbilla, y bajando... Sus manos en mis rodillas, y subiendo... Se encontraron en el centro con un lugar del cual extraer toda la lujuria que había en mi; de donde sacar poco a poco exquisitos gramos de locura y por segundos, mi absoluta desvergüenza.
Tan espiritual como un "te quiero", tan carnal como un "muérdeme" y tan real como todos los besos que buscaban borrar de mis mejillas el sonrojo...
Tan Neruda... Tan Marqués de Sade... Si; justo en medio, algo así como poesía erótica.

poesía infielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora