Epílogo

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-Bueno chicas, este día estuvo salvaje ¿no lo creen? Y ni siquiera son las doce...- Hägen, Freya y Erii salían del mar, los primeros dos traían sus prendas en la mano, mientras Erii iba con la ropa completamente empapada.

-Tienes razón...- respondió Freya. -Oye, Erii, lamento lo que te dije antes, no fue justo.

-No te preocupes, yo... también lo siento, no debí presionarte con lo del deseo...- ambas amigas se abrazaron, aferrándose a la otra con fuerza.

-¿Me perdí de algo?- preguntó Hägen.

-Nada importante...- continuó Freya con una sonrisa.

Mientras hablaban, el grupo de Ami se hizo presente, pero esta vez las chicas no venían solas. El grupo venía acompañado de unos chicos bastante bien parecidos; hasta la propia Ami venía del brazo de un chico alto, blanco y rubio. Si eran turistas o locales, no lo sabían, pero al menos tendrían algo en que entretenerse en lugar de molestar al par de rubias.

El trío sonrió ante aquella escena, era bueno ver que tus enemigos encontraran algo que les hiciera olvidarse de uno.

-Por cierto...- añadió el chico, dirigiéndose a Freya. -¿Ya tienes tiempo para esos hot dogs que te dije el otro día?

Antes de que Freya pudiera responderle, escuchó una voz familiar que la llamaba a ella y a Erii.

-¿Hyoga?

-¡Chicas! ¡Espérenme!- gritó el salvavidas, corriendo por la arena, sin playera, con la tabla de surf debajo de su brazo y la brisa marina agitando sus hermosos cabellos dorados, que al estar mojados y bajo el sol, brillaban más de lo normal. El tipo jamás se había visto mejor.

Ante tal perspectiva, Hägen rodó los ojos. ¿Por qué insistía aquel sujeto en intervenir en los momentos más inoportunos? ¡Ya tenía a Shun! ¿Por qué no le dejaba tener a Freya?

-¡Hyoga!- lo saludó Erii, como si no lo hubiera visto en años.

-Quería agradecerles...

-¿Por qué?- inquirió Freya.

-Por Shun. Algo me dice que sin ustedes no lo habría podido conocer.- el rubio les dedicó una radiante sonrisa, lo suficiente para hacer a las chicas estremecer.

Mientras las amigas se ruborizaban y sonreían tímidamente, Hyoga se acercó peligrosamente a Erii y depositó un beso en su mejilla, paralizando a la muchacha. Posteriormente, se acercó a Freya e hizo lo mismo, provocando la ira de Hägen.

Era imposible no haber notado a las amigas después de tres años de escenas patéticas y graciosas, y Hyoga sabía perfectamente que le gustaba a ambas; aquel beso era una pequeña recompensa a manera de agradecimiento. Si bien el salvavidas no quería ninguna relación amorosa con las rubias, eran la razón de que ahora tuviera en su vida a un chico maravilloso.

-Nos vemos...- Hyoga se despidió y continuó su camino.

Las amigas se quedaron estupefactas, con la mano sobre la mejilla que había tenido la fortuna de haber tocado los labios del salvavidas. Luego de un momento de asimilar lo que había sucedido, comenzaron a emitir gritos graciosos y a brincar de emoción.

Hägen estaba a punto de irse, no quería seguir humillándose, pero justo en ese momento, Freya le tomó el brazo, deteniendo el corazón del joven.

-Hägen... ¿me recoges a las tres?- el muchacho puso los ojos como platos y esbozó una enorme sonrisa. Abrió la boca pero le fue imposible decir palabra alguna. Freya le sonrió y sin previo aviso besó rápidamente los labios del chico. Erii observaba la escena, mientras se derretía de la emoción.

-Te voy a extrañar...- sollozó Erii.

-Puedes visitarme si quieres.- replicó Freya, conteniendo las lágrimas.

-Tendré que empezar a ahorrar...- las chicas rieron, y una vez más se rodearon con fuerza. Después de un rato, hasta Hägen su unió al abrazo.








1 año después...


Hyoga estaba sentado en la playa, en la orilla del mar. Las olas eran tranquilas y mojaban sus pies de tanto en tanto, cubriéndolos de arena. La vista era asombrosa, todo el cielo y el agua estaban pintados de tonos rosados y anaranjados; ciertamente, el atardecer en Fiji era de lo mejor.

El rubio suspiró, todo en ese momento era perfecto, si dependiera de él, se quedaría para siempre en aquella isla sin cambiar nada.

-¿A dónde te fuiste?- una suave voz sacó al rubio de sus pensamientos. Este sólo sonrió.

-A ningún lado...- se acercó lentamente hacia el hermoso rostro que tenía frente a él y lo besó.

-¿Ya te cansaste de los atardeceres en la playa?- preguntó el peliverde, mientras su bella cola color aqua chapoteaba en el agua del mar.

-¿Contigo? Jamás. Es mejor que pasarlo en la bañera en todo caso- ambos soltaron una carcajada.

-La marea comenzará a subir pronto, deberías irte.

-Ven conmigo...- le susurró, mientras sus frentes chocaban.

-Sabes que no puedo...

-Aún no sale la luna, nos echamos unas carreritas al hotel... ¿sí?- Shun rió por lo bajo.

-¿Shun?

-¿Mhm?

-Te amo...

-Yo también... Hyoga.

Habían pasado ya seis meses desde la primera vez que Hyoga le dijo a Shun que lo amaba. Aquel día, el tritón se puso tan feliz que se soltó a llorar de la emoción, entrando en pánico inmediatamente después, por la posibilidad de que pudiera estar deshaciéndose.

Desde entonces, el rubio se lo decía con frecuencia, y Shun adoraba oírlo decir aquellas palabras.

Después de todo, su compromiso con Lady June no fue tan malo, eso fue lo que lo presionó para salir de su casa y encontrar al amor de su vida.

Su relación era extraña, y las citas nocturnas tenían que trasladarse al mar o a una bañera. Pero no importaba, a todos los obstáculos que se les presentaran encontrarían la manera de superarlos. Al final, Shun no era una persona normal, ¿por qué su noviazgo debería serlo?

Ambos chicos se fundieron en un beso, lleno de amor pasional e incondicional.

Eros y Ágape, finalmente existían en el mundo marino.




FIN

Pez Fuera del AguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora