El gato de Schrödinger: Tercera parte.

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– Eiichiro Oda.

– One piece.

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El día que vio a esa singular persona... sintió que no podía confiar. Ser fuerte e inteligente era muy conveniente en este tipo de entorno pero... no sabía si esa persona era alguien de fiar.

Es decir... ¿cómo demonios se suponía que no pudiera recordar nada de como acabo en el bosque?, era demasiado conveniente y buena excusa. Debía cuidar a los niños y por eso estaba constantemente alerta con las actividades de Maggi, la doctora.

Claro que no era desagradecido, de verdad estaba más que sumamente agradecido que trajera de regreso a katakuri y diera tratamiento a Oven. Sentía que todo era su culpa, los niños solo intentaron ayudar en casa y se les ocurrió ir al bosque pese a ¡que les advirtió que no fueran sin él! pero eran niños demasiado buenos y solo querían ayudarlo, no tenía el corazón para regañarlos después de todo lo que paso.

En el poco tiempo que paso con ellos había llegado a querer muchos a esos pequeños niños y quería lo mejor para ellos, pese a las circunstancias y por esa misma razón no podía confiar a la ligera en cualquier persona, ya que bien podría tratarse de alguien encubierto buscándolo a él.

Los días siguientes de vigilancia disimulada no mostraron nada raro, ningún intento de contactar con alguien o algo raro. Maggi cazaba para ellos y siempre proveía de carne a casa y al menos ya tenían solucionado unos de sus problemas con eso, pero aún tenía otros tantos problemas pero no estaban tan seguro de compartir sus preocupaciones con el otro miembro "adulto" de la casa. Quería mejorar la casa para que los niños no lo pasaran tan mal, tal vez conseguir tela para hacerles ropa, sería feliz si pudiera comprar algunos utensilios nuevos o ampliar la casa que se estaba quedando pequeña.

Tenía demasiadas preocupaciones para él solo ojala y deseaba poder aligerar su carga un poco más.

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La noche era clara, la luz de luna iluminaba todo dejando que cada detalle del bosque se pusiera preciar mientras una ligera briza mecían las copas de los árboles y los sonidos de la vida nocturna del bosque se escuchaban de fondo.

Maggi y Mikeal se apuntaban el uno al otro con el dedo, aun sorprendidos por la revelación que de la similitud de sus circunstancias.

– Norte América – No era una pregunta era aseveración que dio Mikael apuntando a Maggi.

Maggi rio ante la aseveración, ella sacudió la cabeza en negación y rio un poco con un poco de burla, luego se punto a si misma con el pulgar y dijo orgullosa – Latinoamérica – luego apunto a hombre y con la misma tono de seguridad que uso él ella le pregunto – ¿Mexico?

Mikael se rio y sacudió la cabeza negando, aun intentando comprender que lo que pasaba no era un sueño – Europa... para ser precisos España y en concreto Cataluña.

Ella levanto la mano entusiasta y sonriendo exclamo – Perú, Cusco.

– ¿Cusco? – pregunto sin recordar el nombré, de echo geográficamente ubicaba a Perú pero su mente ya no era lo que fue antes, ya tenía 62 años aunque se mantuviera físicamente muy bien, si fuera sincero.

– ¿Machupicchu? – pregunto intentando dar una referencia.

– Oh, ¡Machupicchu! – Eso le ayudo recordar vagamente del lugar que hablaban – Esto es... ni quiera sé por dónde empezar, esto es algo ¡sorpréndete! Tú... yo somos igual. No creí que esto fuera posible.

– Comprendo lo que intentas decir Mikael, digo... esto no es ¡algo!, sabía que no era la única en este situación pero no pensé que alguna vez me encontraría con uno ¡como yo!

La vida de una reencarnada en One piece 2.22Donde viven las historias. Descúbrelo ahora