Sonidos de la Aniquilación del 11 de febrero

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    Me dijo que no quería saber más nada de mí. Lo correcto sería admitir dolor, lo admito. Las melodías no me dejan escuchar mis chillidos,  no quiero hacerlo. Quise matarla por no amarme, quise, no le hice nada, no podía jalar sus cabellos como usualmente lo hacía, ya no. 

   No podía excavar en su boca y conseguir las palabras que quería, me irritaba esa realidad. No era simplemente una depresión, era una ira aumentada considerablemente, quería asesinar a cuanto ser se acercara a mí, sin embargo, sólo conseguía murmurar cosas en otro idioma, era un mecanismo para calmarme. Jason, un amigo, continuaba dándome palmadas en el hombro, él sabía cuánto las odiaba.


   No debía calmarme, ya la había perdido a ella, golpeé a Jason, tan fuerte como pude, no me controlé, dejé que todo fluyera, lo mataba a golpes en cámara lenta, sus labios ya no podían pronunciar las palabras llenas de falsa misericordia hacia mí. ¿Acaso ella era la razón por la cual no daba el paso hacia el caos y la locura?, le pregunté al cadáver maloliente, sí, me respondí a mí mismo, lo era, por ella aún guardaba más luz de la que debía en mi ser, no había otra razón para continuar teniendo esperanzas de mejorar. 


    Ella llegó sin previo aviso, me lavaba las manos en el baño, tenía las llaves, había entrado fácilmente, como perro - perra - por su casa. Me miró fijamente y arrancó a preguntarme qué había hecho. Miré sus ojos llorosos, ella miró los míos cristalinos, le dije que no le incumbían mis asuntos. Me abofeteó, la abofeteé, sin querer.


   - ¡Demonios Jade!, ¿ves lo que me haces hacer? - intenté agarrar su rostro para ver. Accedió entre lágrimas fuertes. Su piel algo amarillenta estaba tan golpeada como mi alma. 


   - ¿Qué te pasó? ¿Acaso sólo eres normal estando conmigo? 


   Reí brevemente.


   - No, no es que no pueda ser normal, no quiero serlo, nunca lo he sido, nunca lo seré, me agobia el simple hecho de ser como los seres que tanto aborrezco... No tengo motivos para continuar conteniendo lo que soy. 


    Me volvió a abofetear, esta vez no recibió respuesta física de mi parte. Continué lavando mis manos ensangrentadas, ella me decía cosas al oído, alimentaba mi ser bondadoso que estaba padeciendo múltiples tipos de cáncer, estaba a punto de morir. La eché contra la pared, antes, mencioné un "lo siento". Me desvestí, me metí a la ducha. Corrió las cortinas, viéndome desnudo, como muchas veces lo había hecho antes de ese momento, sólo con la pequeña diferencia en que en esas ocasiones habíamos terminado teniendo sexo y besándonos, demostrándonos que nos amábamos, nótese el pretérito. Me golpeó, en mi pecho mojado, en mis costillas algo marcadas, pero no era una fuerza que quería detenerme, era una fuerza que sabía que no podía hacer nada. 


     - ¿Por qué esto tiene que ser así, Oliver? 


    - Porque sí, no tengo ganas de ser bueno, Jade, estoy harto de ser herido, quiero herir - acaricié su cabeza.


     Lloró más. Me partía el corazón, mucho más de lo que ya estaba verla llorar, sin embargo, me convencí a mí mismo de que era el agua de la ducha, tapé su boca, no quería oírla. Sólo escuchaba el agua golpeándonos, entendió que no podía detenerme, que ni yo podía hacerlo. 


    Se marchó tan rápido como vino. Me pidió que siguiera luchando, le dije que no me pidiera cosas que me costaran más que la universidad. Volví con el cadáver de Jason en mi cuarto. Lo llevé hasta mi jardín y lo quemé junto con el resto de la basura. Encendí un cigarro, me quemé la palma de la mano, la vi, noté que tenía la palma con múltiples quemaduras, fui por vendas. A mi regreso todo se estaba incendiando. No podía escapar, el fuego me estaba atrapando con la mirada de sus inexistentes ojos. Tomé una silla y me quedé viendo. Escuchaba los gritos de Jade. También los de la muerte, su hoz golpeaba insistentemente

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