¿Matarías a tus amigos y familiares por la gloria? ¿La divinidad es tu meta?
La muerte fluye suavemente en ti, aunque hay algo de bondad, no se puede suprimir del todo ya que al fin y al cabo sigues siendo un humano. Los ángeles parecen llorar y los demonios cantar, lo antónimo de todo lo que fuimos es la versión actual de nosotros, la metamorfosis creada a partir de una mente libertadora y poderosa lo es todo en este mundo. Sin vacilaciones elimino a cualquier ser inservible en esta comunidad plástica, en donde la humanidad ha perdido de nuevo, reina la inhumanidad de un tirano de cabello largo.
Este mundo está aburriéndonos ya que no hay opositores para destruir. Decidí partir a la mitad a mi ejército y hacer que lucharan entre sí de noche, en los maizales, con los ojos vendados, cuales bestias podían ser. Cuando estaba a punto de iniciar decidí dar otro decreto, ninguno lucharía con los que consideraba sus hermanos de armas, todos, los doscientos mil hombres, lucharían contra mí.
No me había vuelto loco, al menos no de esa manera, estaba ansioso por blandir mi hoz de nuevo, por sentir la sangre ajena en mi cuerpo, por arrebatar vidas sin sentido, eso era yo, un bárbaro de rostro angelical que casualmente era el dueño de todo lo existente.
Mis hombres estaban asustados, la bestia en mí había despertado, era peor mi decisión final que la previa: luchando todos contra todos seguramente algunos sobrevivirían, pero contra mí, todos morirían.
Cortaba por la mitad a los que hacía horas besaban mis pies, agradecía mucho más sus muertes que sus alabanzas, bien dicen que no puedes alimentar al carnívoro como una mascota, lo correcto es hacer que se ejercite. No había sitio al cual correr, mis ojos amarillentos lo veían todo, mis manos con vendas tocaban cualquier piel, destruyendo con fuego color verdoso, asimilando almas, cegando y paralizando como si estuviera respirando.
Veía mi rostro pálido reflejado en sus ojos, sacaba sus órganos fácilmente, sabía dónde tocar y dónde no. Era el gran demonio que no era esclavo de un dios inexistente, endeble y desquiciado, más que yo.
Era el fin del último, siendo golpeado violentamente por mis ensangrentados puños de la justicia. No había nada más que muerte alrededor de mí, como siempre, sin embargo, me sentía más pleno que antes, la picazón de estar sentado en un trono lleno de lamedores de zapatos se había ido, junto con sus vidas. Dios había vuelto, su nombre era Bjorg Klasburg.
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Cuerpo Astral
Ficção GeralPiezas mías y de otros, lo que soy y lo que no soy. La astralidad de mi universalidad.