Capítulo 2

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Y no se equivocaba. 

Al día siguiente, entró solo al instituto. Desde la entrada pudo sentir las miradas. Avanzaba solo, a pasos pequeños pero rápidos, queriendo que la tierra lo tragara, deseando desaparecer. A cada paso que daba, la gente se apartaba, asentando un silencio pesado y difícil de romper. Y a cada paso que daba, más y más susurros nacían a su espalda.

Sabía lo que había pasado. No lo había comprobado, pero no hacía falta. Ese fantasma se la había jugado, otra vez. Lo había vuelto a hacer. Marvin se sentó en su pupitre a esperar que la clase empezara. Sentía ganas de llorar, pero las aguantó. Se había prometido que no demostraría su debilidad enfrente de nadie más, nunca. Tal vez con una excepción... ¿Dónde estaba Robert? Miró a su alrededor, como si el chico fuera a aparecer como por arte de magia.

Cogió su móvil e, ignorando todos los mensajes ofensivos, consultó el chat de Robert. Tenía un mensaje suyo. 'Llegaré tarde'. Por un momento Marvin respiró aliviado. Tal vez no lo había visto... O tal vez sí y por eso no había ido con él hoy, tal vez lo estaba evitando. No sería el primero en hacerlo, no le culparía. Pero dolía de todos modos.

Entonces le llegó una nueva notificación, esta vez la consultó. Sabía lo que era pero lo hizo de todos modos. En cuanto abrió el enlace del vídeo, se levantó de la silla, cogió sus cosas y fue corriendo al lavabo. Entró en un cubículo vacío, se arrodilló delante del retrete y vomitó el desayuno, expulsando así toda la vergüenza y la rabia que sentía por dentro. Era aún peor que cuando lo sufrió por primera vez, porque ahora ya sabía lo que le esperaba. Y le aterraba la idea de volver a sufrir todo aquello.

Aún recordaba el día en el que se grabó ese vídeo. Cada detalle. Por ese entonces estaba enrollado en secreto con un chico de su colegio. Un día, durante el descanso, el chico convenció a Marvin para colarse en los vestuarios del gimnasio para echar un polvo rápido antes de clase, y aunque a él le pareció una locura al principio, al final aceptó.

Marvin notó que su compañero estaba más tenso de lo normal, pero lo atribuyó a estar en un sitio público, por el riesgo a ser pillados y castigados - aunque había sido idea suya -. Sus besos eran fríos y robóticos, y sus movimientos mostraban nervios y dudas. Marvin volvió a pensar que era por el miedo a que los pillaran. Le preguntó si estaba seguro y el otro le aseguró que sí, que todo estaba bien. El pelirrojo se dio cuenta de que la puerta no estaba del todo cerrada y se dispuso a hacerlo, cuando el otro chico se interpuso en su camino para cerrarla él, solo que, como Marvin supo después, no lo hizo. Lo hicieron encima de uno de los bancos que servían de asiento. Marvin con sus rodillas en el suelo y con sus manos agarrando el borde del banco, su compañero detrás de él. Lo disfrutó, aunque el otro chico parecía que no tanto.

Cuando salieron del vestuario se oían risitas burlonas y susurros por el pasillo que hacían eco en las paredes. Su compañero se despidió rápidamente de él y prácticamente salió huyendo. Marvin no entendía su comportamiento de esa tarde, pero lo dejó pasar. 'No debería proponer cosas tan atrevidas si luego no es capaz de cumplir con sus propias expectativas...'. Sonó el timbre, el descanso había terminado.

Solo quedaban tres horas para irse a casa. Fueron las últimas horas que Marvin recuerda con cariño; era tan ingenuo... Eran las horas de la calma que precedía la tormenta, antes de que empezara la pesadilla.

Como supo después ese día, su compañero lo había lanzado a los leones. El grupo de machos dominantes de clase se había enterado de su relación y le habían dado dos simples opciones: 'o te lo follas mientras lo grabamos o te matamos de una paliza'. La opción tomada era clara. El que creía su amante había adoptado el papel de Judas, traicionándole, cambiando su vida por la suya.

MarvinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora